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La familia Timmins está de vuelta y trae una de las sorpresas de la temporada. Después de dos años, Cowboy Junkies regresan con At the End of Paths Taken, otro disco pop como los de antes, pero con un desarrollo instrumental acorde a los tiempos.

La voz de Margo, siempre en contraste con la guitarra, los teclados y las percusiones, vuelve a ser una atmósfera en sí misma y Cowboy Junkies es un estado de ánimo tan difícil de llenar o describir que sólo se podría citar a Low o a los primeros R.E.M. para ejemplificar su sonido. El espacio que ocuparon en los ’80 y principios de los ’90 es tan grande, arrollador y ejemplar, que la crítica no dudó en darles la razón después de The Trinity Session (RCA, 1988), disco grabado en una noche y que construía, sin querer, un parámetro emocional y musical que hasta el día de hoy se mantiene intocable e imperecedero. La carrera de Cowboy Junkies ha sido ejemplar y homogénea y, sin alcanzar las cuotas de sus primeras entregas, lograban su objetivo sin nunca decepcionar. Pero At the End of Paths Taken, bien podría ser su mejor álbum en años.

La ingravidez inicial de ‘Brand New World’ y su instrumentación final, seguida de ‘Still Lost’ y ‘Cutting Board Blues’-que parece sacada directamente de Pale Sun, Crescent Moon (RCA,1993)- son sólo el comienzo de un disco que trae de vuelta lo mejor de la banda. Melodías pop arrastradas por coros angelicales (‘My Only Guarantee’), cadencias y caricias eléctricas (‘Mountain’) y guitarras tenues e inquietantes (‘My Little Basquiat’) en contraste con los textos de Michael Timmins, las líneas de bajo de Alan Anton y la languidez vocal de Margo. La familia entera está de vuelta y At the End of Paths Taken es la excusa ideal para que el recibimiento sea con los brazos abiertos.