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Superados los aspavientos que implica la ejecución técnica de un instrumento, añadiendo su posterior grabación y empaquetado- donde destacan con limpia factura de recursos independientes-, Crack tiene otros aspectos que trabajar si desea avanzar musicalmente.

Integrada por Daniel Bande (guitarra), Carlos Vergara (bajo y voz), Omar van De Wyngard (guitarra y voz) y Bruce (batería, reemplazando al que sí grabó en este disco), Crack tiene la capacidad musical para hacer algo mucho más interesante que ‘Chika’, primer tema que juega muy ácido en la partida. Una letra como “chica guapa, recuerda bien quién soy yo, aquel que te da todo, aquel que tiene todo??? no se sustenta por sí misma, aparte del ritmo hipnótico que tampoco logra cautivar. Lo valioso de Crack está en el rock angular de pulso frenético, con buenos cortes y cierta mesura para estallar sin recargar las canciones, gracias al sólido acoplamiento de sus músicos. Sin embargo, las letras, sinceras y vigorosas, en general no convencen temáticamente y pueden agotarte con su carga ansiosa, un poco esquizoide, psicótica con tintes de adolescente perpetuo, fracturada en rincones etílicos, problemas relacionales y sucios decibles, sin contar deseos tan explícitos como “tu madre es joven la mía ya no lo es/ me tiraría a tu madre en su cama esta vez/ cuando la miro no puedo creer que esa diosa es tu madre/ esa gran sexual mujer???.

Como es fácil imaginarlos en vivo con un sonido convincente, ligero cuando agarran velocidad y pastoso en los medios tiempos -heredado de bandas como Jesus & Mary Chain, menos intrincado que los bastardos Black Rebel Motorcycle, exploratorio en la ola post-punk de grupos ingleses y, muchas veces, a un paso del rock pop que viene rodando Guiso-, sólo queda esperar mejores canciones para que no sean simplemente una (sobresaliente) banda más de nuestra escena rocker. Si ‘Chika’ aburre, ‘Pistola’ corrige las cosas, y ‘2-3’, aunque extiende el ruidismo final sin necesidad, reconforta por el experimento de poner una guitarra de tintes My Bloody Valentine en el fondo y adelantar guitarra-batería-bajo en cinemática carrera sónica. ‘Tìo’, canción menor, también es de lo mejor que hacen pues denota soltura para tocar y grabar. ‘Qué qué qué’ es el hit que justifica la escucha, donde las letras simples sí van de la mano con el movimiento sexy, superando rápidamente a los cercanos Tío Lucho al montarse en una ola mucho más espumosa para surfear y mover las caderas, con una preparación del solo que guiña, fugazmente, a otros psicóticos como The Cramps. Después de este acierto, el disco no logra levantarse, aunque saca risas con ‘Tu madre es joven’. Podría haber cerrado solventemente con ‘Siempre es lo mismo’, cuya lírica es la más coherente en cuanto a crítica contestataria.