De un tiempo a esta parte (más de una década para ser exactos), los discursos de Daniel Melero sobre sus discos resultan bastante más interesantes que las obras en sí. Esa suerte de teórico-pope-productor-descubridor (todos adjetivos que el aludido niega con mediana convicción) fundamental en los últimos 25 años de la escena argentina, se ha pasado los últimos 12 tratando de acercarse al peak creativo conformado por los maravillosos Travesti (1994) y Rocio (1996). Claro que a la Melero, o sea en diversos formatos (electrónica made internet en Tecno, banda “rockera” en Vaquero, con guiños al dub en Después) y con alguna formidable retórica discursiva para entregárselo a su siempre leal audiencia. La sensación de ligera estafa tras los discos aludidos hacía pensar en que gran ensayista será Melero el día que cuelgue los guantes y el pro tools.

Con sus amigos-fans Babasónicos en el fondo musical y la producción, X (“por”) nuevamente es una gran idea llevada a cabo de manera dispar. Pensado como la contraparte de la película Babasónicos por Melero, donde cámara en mano, el productor seguía a la banda de Dárgelos; este disco contiene todas las marcas de casa de los argentinos sumadas a la (ahora) irregular pluma de Melero. Hay buenos momentos como la graciosa “Celoso”, la coda ambient de ‘Fantasma’ y el empuje folk de “Por la ventana”, pero hay cierta anemia creativa en fondo y forma que recuerda peligrosamente a Mucho (Universal ,2008), el disco con el que Babasónicos rompió su buena racha de principios de siglo. Hace 10 años, Melero se sometió a un ejercicio parecido de reinterpretación en las manos de Diego Vainer (Fantasías animadas) con el sublime Piano (“2”, acá en Chile), resumen de su carrera a base de piano y voz. Una década después la reinterpretación queda al debe. Excepto en el discurso, por supuesto.