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Probablemente debe ser la primera vez que Death in June aparece en esta página. Pero los grandes nombres del underground también ganan su espacio más expuesto al mainstream con el tiempo, y vaya cuánto ha forjado desde hace años la banda inglesa. En honor a la trascendencia de la banda y poniéndolos en un contexto dentro de las corrientes musicales de fines de siglo, hay que hacer un poco de historia. Se formaron en 1981 con Douglas Pierce (vocalista y multi instrumentista), Tonny Wakeford (bajista) como secuela del proyecto punk izquierdista Crisis. Bajo la influencia del post punk de Joy Division y la inclusión de elementos acústicos desarrollan su propuesta, a la que se integra posteriormente Patrick Leagas (baterista). Como trío duraron poco tiempo tras la partida de Wakeford en 1983, quien se dedica a su proyecto solitario Sol Invictus. En 1985 Leagas abandona también el buque para dedicarse a otros proyectos suyos: Six Common y Mother Destruction. Pierce asume todo el cuento solo a partir del tercer disco y comienza a integrar nuevas facetas en su música, aglutinando ingredientes del sonido industrial, dark y sobre todo el folk. De ahí que se le comenzara a clasificar su música con motes como neofolk, dark-folk o apocalyptic-folk y que se le atribuyese la creación de una nuevo género musical. Sumado a esto, están las catastróficas temáticas de sus composiciones y su gusto por la estética nazi, cosa que los medios tomaron para estigmatizarlo como un adepto a esa doctrina pese a que él lo ha negado. Múltiples y permanentes han sido además las colaboraciones de otros músicos en sus álbumes, como David Tibet (Current 93), John Balance (Coil), Boyd Rice (NON), Rose McDowell (Sorrow), entre otros.

Hablar de su discografía, como de su historia, da para largo. Extensa es su producción musical, alrededor de dieciséis discos oficiales sin contar, EPs, splits, compilaciones y demases dan cuenta de su prolífica condición por tantos años. The Rule of Thirds aparece luego de tres años de silencio bajo su sello NERUS en alianza con Soleilmoon. Es un disco de un sonido típico en lo que es la historia de Death in June, que perfectamente puede servir a novatos como iniciación a su sonido, sin el imperativo de repaso de su obra anterior. Temas que suenan muy parecidos bajo el canto grave de Pierce que parece sacado de un templo o una caverna, con el hálito nostálgico singular que suele impregnarle a sus composiciones acústicas. Pero esa monotonía no agota las cualidades de este trabajo, que bajo la escucha detenida del rasgueo de guitarra, va ganando en aprecio y apego con los reiterados estribillos. Rasgo distintivo es que varias de sus canciones suenen como los Bauhaus acústicos, como la apertura con “The glass coffin” y “Forever loves decay”. Además agrega grabaciones con voces en los extremos de algunas pistas y efectos sonoros que parecen exhalaciones espectrales -“Their deception” o la excelente “Rule of thirds???-. No es temerario tampoco decir que se deje entrever alguna similitud a los Pink Floyd post Barrett -del período More (1969) o Ummagumma (1969)- en temas como “Good mourning son”. Algo de influencias debe de existir en la mente de Douglas P. Mente que ha creado un disco no tormentoso ni sufrido, sino más bien de reflexión y remembranza de tiempos mejores. El personaje de la máscara blanca pareciese ocultar tras ella aquellos vacíos del alma y en estos trece cortes, o temas mejor dicho para que no suene tan trágico, surge un canto a lo atávico de nobles estirpes.

Por ahí se mencionaba que Death in June se haya en un plano diferente, por el hecho que cuenta hoy en día con un marco musical paralelo de bandas que se aventuran a desarrollar el neo-folk, como Vetiver, Devendra Banhart o Joanna Newsom que supuestamente también van por remover las raíces de un estilo profundamente anglosajón. Pero eso es como mezcar peras con manzanas en verdad. Si los “neo hippies” van caminando descalzos por prados oníricos o valles surrealistas, Death in June siempre lo ha hecho por encima de humeantes restos de civilizaciones antiguas. Es otro carácter, otro aura, otra imaginería, más de blancos y negros que de rosas cromáticas. Lo cierto es que en los terrenos que seguirá moviéndose Douglas P., es figura clave y emblema de varios de los seguidores de “música marginal”. En ese mundo underground no hay necesidad de portadas ni flashes.