Aparecido en 1986

Una vieja frase periodística (con bastante mala leche, por lo demás) dice que Depeche Mode son algo así como los Rolling Stones de la música electrónica. Para justificar semejante ataque de originalidad metafórica (vieran cómo se usa a Jagger y Cia. indiscriminadamente como signo de “lo viejo???) se basan en las casi tres décadas de actividad, lo masivo de su audiencia, y algunos líos de drogas propios de toda banda de rock que se precie. Si pensamos en la longevidad del grupo, bienvenida sea la comparación; si hablamos de su impacto a nivel musical y en ventas, también se justifica. Para qué mencionar la adicción y suicidio fallido de su vocalista David Gahan. Lo que se podría discutir es la uniformidad estilística: donde los muchachos de Keith Richards han impuesto un (fantástico) patrón irrefutable, Depeche Mode han mostrado que se puede virar el rumbo unas cuantas veces y seguir vivo.

En un principio fue el tecno-pop saltarín de Speak and spell (Mute, 1981), cortesía de Vince Clarke, un tipo de ideas fijas, que seguiría haciendo el mismo tipo de música durante 25 años, primero en Yazoo y posteriormente en Erasure. Luego, con Martín Gore tomando la batuta creativa, la banda imprimió un toque más “serio??? a su música, logrando una letal combinación de melodías tarareables y letras inteligentes, que tendría en singles como “People are people???, “Master and servant??? o “Everything counts??? sus mejores expresiones. Inaugurando la franquicia “religión + arrepentimiento??? que tan bien se le da en las letras y con la complicidad de un arreglador inteligente y creativo como Alan Wilder, Depeche Mode mezcló con absoluta gracia el incipiente sonido electrónico de la época (sonidos de tuberías y chiches metálicos, incluidos) con el germen masivo de un cantante con vocación de rock de estadio. Y, claro, con la impagable presencia de Andrew Fletcher en vaya uno saber qué cosa detrás de sus intactos teclados.

Luego de acumular años de éxitos en los charts europeos y con una fallida incursión a Estados Unidos de la mano de los recopilatorios People are people (Sire, 1984) y Catching up with Depeche Mode (Sire, 1985), la banda de Basildon optó por ahondar en la veta más oscura de canciones previas como “Blasphemous rumours??? (esa que dice “no quiero comenzar con rumores blasfemos / pero creo que Dios tiene un extraño sentido del humor / y cuando muera / espero encontrármelo riendo) y desarrollar un disco de estética y contenido sombríos. Repitiendo a la dupla productora de Daniel Miller y Gareth Jones y con un protagonismo total en las composiciones de Martin Gore (nada de pequeñas concesiones al demasiado inquieto Alan Wilder), Black celebration se transformó en la cumbre del sonido de Depeche Mode en los ‘80. En busca de mejores señas, estamos hablando de amigables melodías pop, con letras oscuro-dramáticas y arreglos ingeniosos de fondo. Para ejemplificar tenemos buena parte del disco: “Black celebration??? y su declaración de principios en la lírica, la hermosa armonía entre Gahan y Gore en “Here is the house??? o “World full of nothing???, con su percusión a base de ¿pelotas de pinpón?

Lo que parecía casi un suicidio comercial y el final anticipado de su incursión en el mercado norteamericano, fue todo lo contrario. No sólo por el inefable olfato comercial y melódico de Martin Gore, que entre tanta negrura se despachó un par de éxitos como “Stripped??? y “A question of time???, sino por la consolidación de la banda en términos musicales y estilísticos. Incorporando a Anton Corbjin en la realización de videos y luego en el diseño de imagen general de la banda, estableciendo claridad en los roles del grupo (aunque Gore canta más que el promedio histórico de dos canciones por disco) y alcanzando la madurez compositiva e interpretativa (por fin Dave Gahan pudo decir todos los “Ooooh yeeeeahh??? que necesitaba en un escenario), Depeche Mode se transformó en la banda electrónica de estadios por antonomasia, lo que se confirmaría con la seguidilla triunfal compuesta por el impecable Music for the masses (Mute, 1987), el doble en vivo 101 (Mute, 1989) y la cúspide que significó Violator (Mute, 1990).

De los pasos posteriores hay tantas interpretaciones como fanáticos decepcionados y reencantados por partes iguales. La incursión rockera de Songs of faith and devotion (Mute, 1993) (último disco con Wilder en el grupo), la resaca del flojo Ultra (Mute, 1996), la tibieza del aún más flojo Exciter (Mute, 2001) y los signos de vida tras Playing the angel (Mute, 2005), dividen aguas entre los que, descontando su inobjetable desempeño como banda en vivo, todavía confían en sus nuevas referencias discográficas y quienes prefieren recordarlos en mejores épocas. Entre tanta dispersión y con una mega conferencia de prensa anunciando nuevo disco y gira mundial para 2009, acordarse de ciertos muchachos ingleses (algo mayores), grandes perfomers y con una tremenda cuenta de ahorro musical es cosa de tiempo Ya les contamos que Depeche Mode son algo así como los Rolling Stones…