En la mayoría de los casos, asegurar que un artista alcanzó la madurez es lo mismo que decir que se quedó sin ideas. Rara vez podemos encontrar casos en que el término se aplique correctamente. Así como el nuevo disco de R.E.M es sin lugar a dudas un ejemplo de lo primero, el de Destroyer –el proyecto personal de Daniel Bejar – es un claro ejemplo de lo segundo.

Y es que Daniel Bejar se las venía trayendo desde hace tiempo ya. Desde sus auspiciosos y experimentales comienzos lo-fi con discos como We’ll build them a golden bridge (1996, Tinker) e Ideas for songs (1997, Granted Passage), Bejar supo imprimir un sello propio en una escena underground que por entonces buscaba nuevas ideas en lo casero y en lo autogestionado. Su discos siguientes, el folkie y críptico City of daughters (1998, Triple Crown/Endearing), el político Thief (2000, Catsup Plate/Triple Crown/Cave Canem), y el increíble Streethawk: A seduction (2001, Misra/Talitres) llevaron a muchos a confundirlo con el nuevo Bowie. No muy a gusto con aquella comparación -ha dicho ya hasta el cansancio que prefiere le comparen con Dylan- decidió probarnos que buscaba escribir su propio tomo en la historia del rock. Es así como en el voluptuoso This night (2002, Merge/Talitres), el plástico Your blues (2004, Merge/Talitres) y Notorious lightning and other works (2005, Merge) –a lo Dylan, auto-versionándose con su band – pavimentó el camino para consolidarse como letrista y compositor en el magnífico Destroyer’s rubies (2005, Merge).

Bejar comparte con Dylan su amor por los personajes. Priorizando la letra por sobre la música -algo ya fuera de lugar en nuestros tiempos– ha hecho carne el verbo en nombres como Ruby, Helena, Holly, Susan, Nicole o Libby. Todas mujeres y todas prisioneras de mundos paralelos que nada envidiarían a Wes Anderson.

10 es un número perfecto dicen por ahí. Y es que en Trouble In dreams, su décimo disco, Bejar ya no necesita demostrar nada. Si antiguamente canciones de Destroyer que formaban parte de sus esfuerzos lo-fi como “Breaking the law”, “Streets of Fire” e incluso lados b como “The spirit of giving” imploraban ser re-versionadas junto a The New Pornographers, pues ahora el juego es a la inversa: el tema “Shooting rockets” -uno de los cinco cortes con los que aportó al disco de su trío Swan Lake, Beast moans (2006, Jagjaguwar)- aparece acá en versión absolutamente personal, intransferible y más épica que nunca.

Una nueva cubierta dibujada por su novia y compañera en “Hello, Blue Roses”, Sydney Vermont, nos introduce a un booklet en que las letras aparecen desplegadas asemejando un libro, donde cada canción es un pequeño cuento, y cada sentencia tiene un lugar: “Okay, fine, even the sky looks like wine” (“Okay, está bien, incluso el cielo se ve como el vino”) nos dice el comienzo de “Blue Flower/Blue Flame”, tema inicial. Algo nos hace preguntarnos si será aquél el mismo vino que sin duda ha tomado control del personaje anónimo en la portada.

Producido nuevamente por la dupla JC/DC y retomando la formación de su disco anterior, las canciones se nos presentan más complejas, lúcidas, épicas y teatrales que nunca. La anteriormente mencionada “Shooting Rockets” es Destroyer en su máxima expresión. Tal vez una de sus mejores letras a la fecha y tal vez una de sus mejores interpretaciones. “My dear, didn’t you hear? A chorus is a thing that bears repeating” (“Querida, ¿no escuchaste? Un coro es algo se repite”) nos señala Bejar, dando paso a una guitarra que recuerda fragmentos de Summer Breeze versión Isley Brothers y una advertencia: “We live in darkness, the light is a dream you see” (“Vivimos en la oscuridad, la luz es un sueño que ves”).

Pero no todo es tan oscuro en el teatro de Bejar. La voluminosa “Plaza Trinidad”, con sus progresiones circenses y su hiperrealismo nos lleva lejos de las sombras, guiados por una voz de Bejar más afectada que lo habitual: “I was high as a kite, I was never coming home tonight. And I couldn’t believe how loud it was…” (“Estaba volado como un volantín, no pensaba en regresar a casa esta noche. Y no podía creer lo fuerte que sonaba…”).

Si antes fue al comienzo de los discos donde antes estuvieron clásicos instantáneos del catálogo Destroyer como “Rubies” o “Destroyer’s The Temple”, ahora es al final que nos está reservado lo mejor. “Libby’s first sunrise” es cuento aparte.

Comenzando con reminiscencias de la mencionada “Rubies” y desembocando en un crescendo épico con tintes progresivos (esa guitarra que anuncia el intermedio parece sacada de un disco viejo de Yes), es una obra de arte sin duda alguna. Bajo el telón, donde la luz es sólo un sueño, la canción más luminosa del disco nos hace mirar hacia atrás. Una primera puesta de sol que es también la más mortal: “The light holds a terrible secret. Oh! the light!” (“La luz guarda un terrible secreto. Oh!, la luz!”) Y es que Daniel Bejar, pretencioso, épico, críptico y escurridizo como pocos, está cumpliendo ya y sin problemas su sueño de escribir su propio volumen en la historia del rock. Algo que le ha valido ser reconocido por sus pares como una influencia viviente y un ideal de autenticidad.

Ya es tiempo de conocer a Destroyer. Para quienes aún no se sumergen en el mundo de uno de los cantautores contemporáneos más influyentes e importantes de los últimos diez años, este es un buen lugar para hacerlo. He aquí once excelentes razones para no dejarlo pasar.