Registro de una colaboración a pedido con fines benéficos, el EP cuestiona qué móvil existe tras la creación musical: ¿Escribir como ejercicio de estilo o cantar como única posibilidad de sobrevivencia? David Longstreth, rostro fuerte tras Dirty Projectors, compone siete canciones  inteligentes y sofisticadas, organizadas en un discurso conceptual dentro del cual Björk toma el rol de madre ballena.

En Mount Wittenberg orca el manierismo recursivo de los Projectors comulga sobre el eje vocal que dio semilla a Medúlla (One Little Indian, 2004), de la islandesa. Propuesta estética que traduce los recursos de un mismo grupo de voces tanto en hermosos paisajes de delicada dulzura como en violentas y rápidas interrupciones de estridencia (“On and ever onward” , “Beautiful mother”). Un contraste manejado confusamente, al punto de transformarse en el diferencial que, para este disco, separa el arte del artificio. Propuesta mañosa de la cual ya se reclamó para Bitte orca, donde justamente la ambición genera el tropiezo: ”Don´t listen on those tinny computer speakers, put it on the stereo and blast…” comenta Longstreth en la pagina oficial del disco.

Invitada ilustre al cantar, Björk convierte su sonido en vida para trasformar artificio polifónico en fluidez: ballena desafiante a los arpones en “Sharing orb”, llamado de conciencia en All we are”. Mount Wittenberg orca es un disco bueno pero irregular, opacado en más de algún momento por la sofisticación.“Yo no canto por cantar ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón”, escribió Víctor Jara con justa razón. Y tal vez sea esa la diferencia entre Longstreth y Björk.