Dirty Projectors no han decepcionado. La verdad es que después de Bitte orca, ese tremendo disco de 2009 que los puso en la vitrina junto a sus coetáneos neoyorquinos, como Animal Collective y Grizzly Bear, y que los acercó a algunos consagrados, con quienes han colaborado y que demuestran un hambre similar por expandir las posibilidades musicales (Bjork, David Byrne), uno cruzaba los dedos para que el siguiente trabajo de esta banda de Brooklyn estuviera a la altura.

Y lo han conseguido sin perder su sello, que vendría a ser el no-sello: la importancia del timbre, el color y textura instrumental, las melodías improbables en un disco pop, alternando voces masculinas y femeninas, guitarras entrelazadas y la constante polirritmia de las percusiones. En otras palabras, extremando nuevas ideas y posibilidades todo el tiempo, la marca de la casa de Dirty Projectors.

La banda que lidera Dave Longstreth, más Amber Coffman (voces y guitarra), Mike Johnson (percusión), Nat Baldwin (bajo) y Haley Dekle (voces), se tomó varios meses con 12 horas de ensayo diarios para escribir y producir Swing lo Magellan, su sexto disco. Definido por Longstreth como su “song album”, lo cierto es que salvo un par de títulos, esta declaración no cuadra mucho con unas canciones que no tienen mucho de cantables, con cambios armónicos rebuscados, y que pueden entenderse en parte por la declarada admiración de Longstreth por músicos como Schoenberg y Ligeti.

Esto combinado con los coros cantados por las féminas de la banda y sus resonancias a agrupaciones R&B de comienzos de los ‘90, percusiones o guitarras africanas, y cajas rítmicas raperas, dan como resultado un trabajo improbable, pero a la vez fascinante.

Cabe hacer una mención a Hi custodian, interesante video de larga duración dirigido por Longstreth, con canciones de Swing lo Magellan, protagonizado por el resto de la banda y ya reseñado en Super45 (ver a final).

En cuanto al disco, si bien hay un aspecto obsesivo en el trabajo de Longstreth (dato freak: alguna vez estudió hasta el hartazgo las grabaciones de todas las canciones de los Beatles), transformándose en un verdadero dictador en el estudio, al mismo tiempo dio gran espacio a la improvisación. Así es como muchas de las voces del álbum son primeras tomas, queriendo sonar a su idolatrado Blind Willie, y al Neil Young de Tonight’s the night. También hay más de un track en que se escuchan conversaciones, toses, risas y puteadas. Quizás para darle más vida al álbum en conjunto, por qué no.

El disco comienza como un mantra gospel, entonando una especie de historia mítica (‘There was a single one/Then there were ten/When ten made a hundred’), y tratando de rememorar las estrofas tranquilas y coros explosivos del grunge, pero añadiendo palmas y la ochentera caja de ritmos Roland TR-808 (ojo con Lil Wayne).

“About to die” se nota una de las más trabajadas musicalmente, en cuanto a melodía y timbres, percusión, efectos en percusión al comienzo y guitarra octavada. Las cuerdas en el puente pretendieron sonar como Schoenberg (no lo logran), y la letra habla del sinsentido de la vida por sí misma, a menos que se lo demos nosotros de alguna forma.

El juego de las guitarras en “Maybe that was it”, y el ambiente cargado e inquietante que provoca, son notables. Un Avi Buffalo trasnochado y bajo la influencia de alguna sustancia sicotrópica, y una sensación de ingravidez todo el tiempo.

Hay algunas canciones que se escapan de la experimentación o rareza, o como quiérase llamar. Una es la la que le da título al disco, basado en el explorador portugués del siglo XVI Fernão de Magalhães (Magellan en inglés), y que debe ser una de las más sencillas instrumentalmente de todo el disco. Y aunque puede parecer contradictorio, “Impregnable question” no es para nada impenetrable: una preciosa y directa canción de amor que remata con ‘You’re my love and I want you in my life’. Y si bien es más rebuscada musicalmente, la letra de “See what she seeing” también es muy directa y nada impenetrable.

Según Longstreth, “Gun has no trigger”, primer single de este disco, surge de Run DMC y NWA y esas canciones con base rítmica, línea de bajo y coro negro cantando. Y aquí una rareza de aquellas: la fascinación de Dave por la escritura cuneiforme llevó a que la letra de esta canción fuera traducida hace unos meses por un par de investigadores al asirio (¡!).”But now the banks are closed/ And nothing gets bigger/ The crowd will yell but the gun has no trigger”. ¿Reflejo del estado del sueño Americano en futuro no muy lejano? Imaginar el dolor de cabeza que debió ser traducir líneas como la anterior, en un idioma en el que no existe el concepto banco.

“Dance for you” se nutre sin complejos del dancehall del jamaicano Gyptian, en la forma de desarticular caja y hi-hat del bombo. El puente de esta canción trata de sonar a Ligeti, el compositor húngaro, y su crescendo orquestal recuerda al “A day in the life” beatle.

También hay espacio para lo social. Como si fuera poco a todo lo anterior, en “Just from chevron” se critica un derrame de crudo en el Ártico, y de paso se homenajea a los cantores estadounidenses de los ’60.

La última canción, “Irresponsable tune” es el epitafio de este disco. Despojado de meandros y dobles lecturas, Longstreth pregona que “With our songs, we are outlawed/With our songs, we’re alone/but without songs we’re lost/and life is pointless, harsh, and long/In my heart, there is music/In my mind is a song/but in my eyes, a world/Crooked, fucked up and wrong/Sing all day/Record and play/Drums and bass, and a guitar/Will there be peace in the world,/or will vile winds always own the truth?” Honesto y entrañable, algo que siempre se agradece.

En suma, una colección de canciones unidas por la no-unión, poco que ver una con otra, salvo la disparatada miríada de arreglos, voces, colores, timbres, y los estilos e influencias que caben esperarse de una época que mezcla y reprocesa toda música a la vez. Impredecible, incoherente, caótico por momentos, imperfecto a propósito también. De lo mejor del 2012, lejos.

Disponible en Tienda Sonar en formato CD a $12.900 y vinilo $19.900. Tienda Sonar está ubicada en Paseo Las Palmas, local 017, Providencia.