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Aparecido el 10 de septiembre de 1996.

“Sucede que una noche estás encerrado en tu casa, y decides tomarte un ácido (LSD) lo cual ya es una muy mala cosa. Para peor no das más de tanto dar vueltas alrededor de tu cuarto y decides salir a dar un paseo. Y terminas en la casa de tu ex-novia, y ella te deja entrar. Te sientas y al cabo de un rato no puedes más y comienzas a preguntarle porqué se jodió todo, y recuerdas los tiempos en que eran felices???. Tal es la explicación que Warren Ellis, violinista de Dirty Three, le da a ‘Sue’s last ride’ al presentarla en vivo, una de las canciones de su disco Horse Stories. Estas historias de caballos tejidas por el grupo australiano son a ratos tiernas, salvajes, apasionadas, oscuras, trágicas, bellas. Como una conversación en la que cada instrumento participa, la guitarra de Mick Turner, la batería de Jim White y las cuerdas de Ellis (también músico de Nick Cave & The Bad Seeds) entablan un diálogo que avanza hasta a veces estallar en un ruido que se deja llevar hasta el límite.

Estos experimentados ejecutantes y compositores poseen un romanticismo único y difícil de igualar. Con aires de poeta maldito del siglo XIX, con sus chaquetas de terciopelo opaco (Ellis), de marinero salido de alguna cantina de mala muerte (White) y de zen en trance (Turner), los tres sucios logran crear una cadencia en constante movimiento emocional, amplio y tormentoso como el mar al sur de Nueva Zelanda.

Un secreto a voces al publicar este álbum, en 1996 sus giras se limitaban a salas con cincuenta personas. No por ello pasaron desapercibidos: cuentan con la ayuda de los cabecillas del pop experimental Sonic Youth y Pavement, y el apoyo de John Peel en Inglaterra. Horse Stories se grabó en Londres y es uno de los álbumes que mejor refleja el mítico poder en vivo de Dirty Three, conocidos por desencadenar tornados de melodía y catarsis sonora.

El trío prescinde de voz. Es innecesaria para las texturas de sentimientos que aparecen en la tempestuosa ‘Red’ o en la tristeza contenida de ‘At the bar’. Esta es la historia de un hombre que llega a beber en silencio, hasta que alguien se le acerca y le pregunta qué diablos le ocurre. Luego de tanta insistencia, el hombre larga su cuento. ‘Hope’ y ‘Horse’ son sutiles, mientras que ‘Warren’s Lament’ y la tradicional ‘I remember a time when once you used to love me’, himno de tugurios de puerto, se encargan de elevar la carga dramática.

‘1.000 miles’ evoca los espacios enormes de Australia, escenario para las aventuras de estos tres chiflados que tocan como si en ello se les fuera la vida. Es en este, su segundo disco, donde al fin logran hacer explotar la química que traían guardada desde sus inicios, y el momento en que su fama se consolida, al crear un sonido propio y pasar a un nivel de respeto que les permitió radicarse en Chicago y París, además de ser cabecillas de afiche en los festivales alternativos de Europa.

A pesar de tener hermosos álbumes posteriores –tremendos son Wathever You Love, You Are (Touch & Go, 2000) y su último Cinder (Touch & Go, 2005)-, Horse Stories sigue siendo su obra maestra, y la que bate todos los récords (hay que osar tocar de esa manera) en materia de erizar la epidermis. Un disco gigante, desenfrenado y misterioso.

*Todas las semanas revisamos un clásico contemporáneo. Algo para hacer memoria reciente.