Tan exótico como interesante, el sudeste asiático parece ser tierra fértil para quien busque explorar nuevas experiencias sensoriales. Si esto suena a descripción de paquete turístico, es porque países como Tailandia o Vietnam han sido representados por la cultura pop como eso: basta darse una vuelta por los canales de cable para ver la cantidad de clichés que se han acumulado en torno a esta zona de playas cristalinas, atardeceres infinitos, comidas curiosas, paisajes paradisíacos y un largo etcétera que poco vale la pena comentar.

Para el chileno Jorge Cortés —ex baterista de Supersordo y fundador del colectivo Ojodeapolo en los 90— el sudeste asiático representó fuente de inspiración para Album, un trabajo que nace de una serie de grabaciones de campo realizadas tras un viaje a Camboya, Laos, Vietnam y Tailandia.

Bajo el nuevo alias de Dr. C (ha sido Cáncer, Receptor y Jorge C), Cortés despliega una serie de recursos para tratar de abarcar la mayor cantidad de sensaciones sonoras posibles. En su primera mitad, Album es más festivo: son cuatro cortes que invitan al baile. Con la excepción de “Cuenta cuentos”, una pieza calma, sostenida por flautas y otros instrumentos de viento, los elementos melódicos apenas están presentes y casi todos los temas están construidos en torno a elementos percusivos. Destaca en particular “Cassa”, un track de ocho minutos en el que van apareciendo distintos elementos (sonidos de pájaros, tambores, campanillas, ruidos metálicos), culminando en una gran explosión sonora.

La segunda mitad de Album es más melódica e incluso reflexiva. A pesar de que el lado B abre con la remezcla para “Chimpancé” de Max D. (cabeza del sello Future Times), en una suerte de tema trance pasado por el tamiz de la música asiática, los otros tres rescatan sonidos diferentes a los de su primera parte: tanto en la preciosa “Sukkothai”, que cierra con lo que parece ser un canto ceremonial, como en “Kawa”, donde el ritmo solo es sostenido por palmas y un par de tambores, mientras un grupo de hombres canta sobre ellos, las voces tienen un lugar protagónico, casi como si Cortés hubiese decidido hablar a través de su música.

En una postal sonora donde tiene tanta importancia lo cotidiano como lo festivo, Jorge Cortés evidencia que el sudeste asiático es mucho más que una serie de lugares comunes. En esos ruidos tomados de las radios locales, los sonidos grabados de mercados y templos, las bandas callejeras y las percusiones varias, hay más sustancia y curiosidad que la que la que adjetivos como “interesante” y “exótico” pretenden dejar ver.