La segunda entrega de Edward Sharp &The Magnetic Zeros es una buena continuación de su debut, logrando la misma cercanía. La banda de 11 integrantes se oye tan unida y entusiasmada, que parecieran ser todos ellos parte de una familia o compañeros de curso en medio de una celebración que dura por horas.

El cantante, Alex Ebert, admite que trata de darle a la música una sensación de fogata opuesta a la atmósfera de una biblioteca y se nota, porque dan ganas de sentarse un rato a cantar con ellos.

La única disciplina que Ebert le imprimió a Here fue la “no disciplina” y el resultado es un disco relajado, aunque no por eso desordenado y caótico. Con arreglos bien cuidados y bien puestos, se escuchan trompetas, percusión, teclados, guitarra, acordeón, a veces, muchas palmas y voces al unísono, conforman el sonido que ha sido llamado ‘folk gospel’, de una banda enteramente blanca y hippie, que se aprecia sobre todo en la conmovedora “Manon fire”, canción que abre el disco.

Con un atisbo a Johnny Cash y su religiosidad se cuenta la historia de un hombre ermitaño que no pide ayuda, más bien quiere que lo dejen solo un rato. Pero finalmente la música y el baile pueden más que la rabia. En la misma línea de “no-te-vamos-a-dejar-solo-amigo” y más apegado al country de ritmo más acelerado con toques incluso de funk, encontramos en este disco temas como “That’s what’s up”.

Edward Sharp and The Magnetic Zeros tenían material para un disco doble, pero separaron las canciones según su estilo, persiguiendo la coherencia y frenando la ansiedad de mostrar todo lo que hay. Para oír el lado sicodélico que la banda apartó, tendremos que esperar su siguiente trabajo que se espera para fines de este año. Veremos si logra la misma calidez de fogata que Here.