Elliott Smith – Roman candle (Cavity Search, 1994) Nico Castrojulio 23, 2008Discos9 comentarios El disco debut de Elliott Smith funciona como un excelente punto de partida para aproximarse a la obra del solitario y malogrado compositor, oriundo de Omaha, Nebraska (sí, al igual que Conor Oberst). Como todos los jóvenes que querían dedicarse a la música en el noroeste de Estados Unidos de principios de los ’90, Steven Paul Smith cantaba y tocaba guitarra en una banda grunge, llamada Heatmiser. Roman candle es la primera prueba de que ni el sonido ni la dinámica grupal era lo que más acomodaban a Smith. Por esos días declaraba la frustración que le producía llegar con canciones que luego mutaban a lo que él consideraba “ruido???, además de no sentirse identificado con la gente que iba a ver sus shows en Portland, ciudad en la que vivió su adolescencia junto a su padre. La experiencia Heatmiser era, entonces, una careta con pronta fecha de caducidad. Motivado por J.J. Gonson, su entonces novia y manager de Heatmiser, Smith grabó sus piezas más íntimas en un subterráneo, con su grabador de cuatro pistas. Nunca tuvo el afán de mostrarlas, consciente de que todo lo que fuera distinto al grunge estaba destinado al fracaso. Fue la misma Gonson quien envió el demo a un ejecutivo del pequeño sello Cavity Search. Smith no esperaba más que una edición en 7 pulgadas, pero, para su sorpresa, el sello quedó maravillado y ofreció un EP. Todo en Roman candle fue íntimo. Desde la música y letras hasta las colaboraciones y la mezcla. La base de los nueve tracks era una guitarra acústica tocada con los dedos, además de la voz susurrada de Smith, que grababa más de una vez para sobreponerlas. Esta técnica, que se debía exclusivamente a la vergüenza que le producía escucharse, se convertiría a la larga en su sello personal. La mayoría de los otros arreglos fueron también hechos por Smith, siendo los más notorios algunos riffs de guitarra eléctrica. El resto son colaboraciones de sus amigos de entonces: co-escribió “No name #1??? con Gonson; sus compañeros de Heatmiser Tony Lash y Neil Gust también participaron, ayudando en la mezcla y apareciendo en la portada, respectivamente; y Pete Krebs, músico del sello Cavity Search, ayudó con instrumentación de apoyo para la citada “No name #1??? y “Kiwi maddog 20/20???. Pero el sonido lo-fi y acústico no es lo que más se recuerda de Smith. Sus temáticas y letras pasaron a la historia, funcionando casi como un testamento de la alienación y soledad que sufría. Desde el principio, con el tema que da nombre al disco, Smith muestra odio y rabia contra su padrastro. Para quienes no lo conocen, se presenta como una “bengala con la cabeza llena de llamas???, con ganas de hacer daño a quien fue responsable de una infancia complicada. La saga “No name??? (de la 1 a la 4) demuestra más soledad y frustración, con uno que otro toque de sátira e ironía. “Condor avenue??? y “Last call???, ambas escritas mientras Smith todavía estaba en el colegio, otorgan otro enfoque –más adolescente y rabioso– al mismo sentimiento que rodea el disco. Algo que sorprende es que, salvo en “Roman candle???, los ritmos y melodías son bastante luminosos. Son las letras las que otorgan ese carácter de oscuridad y desesperanza a su música. Esto queda demostrado en el cierre, con “Kiwi maddog 20/20???, un homenaje a su vino favorito. No sólo es el único tema que funciona con instrumentación completa, sino que además cierra el disco dejando una extraña sensación de alivio y optimismo. No hay duda de que Elliott Smith alcanzó su clímax musical más tarde –con discos como Either/or (Kill Rock Stars, 1997) o XO (Dreamworks, 1998)–, pero ningún otro tiene la honestidad, la crudeza y la esencia de lo que es Elliott Smith como Roman candle. La historia que viene después es por muchos conocida, pero es aquí cuando comenzó a escribirse. A la larga, su carrera sería efectivamente una “bengala???. Pero, a diferencia de su intención original, esas llamas sirvieron como fuente de iluminación e inspiración a cualquiera que se familiarizó con su trabajo. Catorce años después, aún se niegan a apagarse.