Aunque el parecido de “Palacio mental” con “Let it happen” de Tame Impala insinúa querencia por los hallazgos de Albert Hoffman, la droga favorita de Fármacos es el amor. Un amor que no es color de rosa, sino más bien rojo pasión. En el idioma de Diego Ridolfi, un letrista cuya pluma está conectada a su entrepierna, todo tiene que ver con el roce entre las pieles. De las ocho canciones que trae Estado de gracia, siete hablan claramente sobre sexo y romance (el título “Amor y porno” del tema final lo dice todo), con la excepción de “Eternidad”, aunque eso tal vez sea discutible: si bien podría interpretarse como un mensaje de tono suicida, otra lectura del coro (“Estás mirando el borde / ¿cuándo te lanzarás? / Estás mirando el borde / Tu eternidad”) sugiere que habla sobre la muerte pequeña, el orgasmo.

De sudor y ternura versa Estado de gracia, que arranca con la semidesnudez acústica de la anhelante “Visitarte”, ideal para hacerse una impresión del universo en el que habita Fármacos. Un lugar donde la realidad es maleable (“Y sé que no es real / Estar despierto”) y las personas se funden (“Sólo con mirarte / Me vuelvo a encontrar”). Luego el disco se vuelve hipertexturado, y en el surrealismo de “Siempre tú”, que recurre a la imagen del tiempo detenido para explicar las sensaciones que provoca la cercanía física con alguien deseado, el grupo incluso es capaz de subsumir al witch house, claro que en una versión sedada, acorde a su característico onirismo. De la misma forma, blanquean el soul en “No dejes que me calme”.

Quizás las de Ridolfi sean tontas canciones de amor, pero como dijo Paul McCartney, cuando emuló la onda disco con los Wings, “hay gente que quiere llenar el mundo de tontas canciones de amor, ¿y qué hay de malo en eso? (…) el amor no tiene nada de tonto”. De hecho, en “Quiero conocer tu mundo”, que al comienzo asoma como la “Quiero estar entre tus cosas” de Fármacos, se esconde una crítica mordaz a la forma en que la gente exterioriza su vida privada a través de las redes sociales: “Quiero conocer tu mundo / Ése del que tanto hablas / Parece que es muy profundo / Pero para mí no alcanza”.