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Son las cosas de la globalización, o de su reverso más bien. Cuando más se interconecta el mundo y más avanza la tecnología como lenguaje de intercambio principal, más se vuelve a los viejos lenguajes en pos de un pasado esquivo. Pero también se producen sincretismos extraños, como la imagen del muchacho sensible que entre cuatro paredes sólo ocupa una guitarra y luego lo muestra mundialmente por MySpace. Es el caso de Gepe, Coiffeur o Diosque. Y también de Félix, que si bien no se limita a una guitarra, sino que recubre sus emotivas canciones con teclados y artilugios varios; mantiene ese encanto del lo fi bien desarrollado.

Suena contradictorio, pero no basta con cuatro canales y una tremenda sensibilidad para hacer buena música, sino que es necesario combinar letras y melodías en todo coherente que emocione, pero no empalague. ¿Obviedades del cronista? Claro que sí, pero también lo son varias de las frases de Félix que, enmarcados en una sutil combinación de instrumentación orgánica y sonidos electrónicos, sólo requieren de 32 minutos para encantar. Si esto les recuerda peligrosamente a otro producto trasandino de alto vuelo emocional como Travesti (Random Records, 1994) de Daniel Melero, tan alejados no están. Melero postproduce, pero por sobre todo influencia desde la referencia obligada. Cómo entender si no que frases de la calaña de “el silencio de las cosas es toda la explicación??? o “sólo quiero descansar en tu risa natural??? tengan la habilidad de ser acompañadas de una música tal, que desarme cualquier ironía.

Pongámoslo con extremos para clarificar mejor. Por una parte está Soda Stereo y la danza de millones (no precisamente de años luz) que les hace perder la vergüenza con el repertorio añejo. Por otra, Daniel Melero quien pese a ser contemporáneo (y amigo intermitente) de los funcionarios de CityBank, ha optado por combinar su inmenso amor por el formato pop con una inquieta experimentación sonora. No hay que olvidar, eso sí, el singular momento de unificación de estos polos, en que gracias a las buenas compañías, Gustavo Cerati desarrolló un cancionero de interés.

A principios de los 90s, sobre todo fuera de Soda Stereo, Cerati lograría unir su capacidad melódica con una base de mayores riesgos, para luego caer en las garras de la electrónica de aburrimiento y, hoy por hoy, sus propias telarañas (sueño con…). Aunque, por su parte, los últimos discos de Melero tampoco han resultando del todo, su brillante etapa de mediados de los 90s ha dejado huella en una serie de cantautores que se alejan de la ironía y el distanciamiento para desarrollar un cancionero romántico con pequeños toques de electrónica. Acá no existe la revelación de verdades a la Jorge Drexler, sino pequeños fragmentos de cotidianeidad que beben tanto de Elliott Smith como de Radiohead.

Felix Cristiani es bajista de la nueva banda de Melero y fue miembro de Spleen, una de las bandas interesantes del indie de principios de siglo en Argentina. Primero se dio a conocer como Esteban Grimalt, luego como Marguerite Punk para optar finalmente por el recorte de su nombre original como toda seña de identidad. Con un par de discos inéditos en alguna gaveta de su casa, La vida secreta es su debut solista, donde logra evitar con éxito la tentación de incluir todo en un mismo registro y abrumar al oyente en el intento. Por el contrario, el año y medio de grabaciones sobre la base original de guitarra y voz es claro y preciso.

El diseño minimalista del arte de tapa (sólo la información técnica y unos pocos agradecimientos, junto a una sencilla mesa plegable y una foto muy poco fashion del artista en cuestión) remite al ejercicio de simpleza presente en La Vida Secreta. En un “recorta y pega??? a partir de los instrumentos grabados (desde teclados y guitarras eléctricas hasta banjos y violines), Félix entrega un trabajo dosificado y que deja con las ganas de repetir su escucha. Desde el inicio Beatles con ‘La vida secreta’ hasta el muy bonito final a base de piano de ‘Frases hechas’, el registro transcurre tranquilo (sólo con la excepción del delirio sónico de ‘Indiferente’) como una sucesión de canciones en busca de una guitarra que las reproduzca en un contexto más íntimo. Sea en el pop con destino de hit de ‘Molestias’ o en la cruza improbable de Syd Barrett y Four Tet de ‘La espera’; La vida secreta se revela como un buen cancionero para el próximo invierno. Lo dice Félix claramente “El verano es todo lo que tengo/ no hago más que esperar su fin/ su calor es para otros/ no hago más que dormir???. Algo de envidia debe tener Cerati.