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Foals parece ser una caja de sorpresas. Su primer disco, Antidotes, está lleno de ellas. De partida, la exclusión – ¿inexplicable? – de los singles “Mathletics??? y “Hummer???. En segundo lugar, el hecho de que sea un grupo marcadamente bailable, pero que tiene sus orígenes tanto en las fiestas como en el math rock a-la-Don-Caballero. Esto queda claro al oír la primera canción del disco, “The French Open???, en la cual resaltan también los vientos aportados por la genialidad afro beat de Antibalas. También es notoria la mano providente de Dave Sitek (TV on the Radio) en la producción del disco, con un sonido afilado que se ampara en los detalles, como los vientos y los ambientes más cercanos a la continuidad pegajosa del pop que al sonido fracturado del math rock.

Sin embargo, este nuevo grupo hype (por este mismo hecho) genera ciertas sospechas; parece un poco anacrónico, pues tal vez en una era pre-Battles, pre-Bloc Party, pre-Klaxons, podría haber sorprendido mucho. Pero hoy, pareciera estar simplemente estrujando la fórmula lo máximo posible. Ahí está la gran debilidad de este disco, pero también su mayor riqueza. Esto porque, ahí donde se ve forzado a innovar para no repetir la misma fórmula, aparece el genio de Foals: en los vientos proporcionados por “Antibalas???, en la percusión de Jack Bevan que va de lo milimétricamente preciso a lo tribal, en el gancho fiestero que esconde – hasta la segunda o tercera oída – la oscuridad post punk de su sonido (“Electric Bloom???) y en la variedad vocal de Manis Philippakis, que hace de las limitaciones de rango su mejor aliado.

Antidotes es un tremendo disco, en el que los músicos de Oxford transforman sus debilidades – un género casi gastado, un registro vocal limitado – en su mejor carta de presentación. En esto merece crédito también Dave Sitek (si bien su mezcla no fue la definitiva del disco). Efectivamente, ahí donde la creatividad de Foals pareciera llegar a su ocaso y la fórmula pareciera gastarse, aparecen los ambientes cuidados y los pequeños detalles que hacen más creíble esta propuesta.

Pero, de todos modos, esos pequeños detalles, son sólo un complemento que hace más llevadero el sustrato básico del disco: excelentes canciones que se basan en una ambivalencia notable, que van de la simpleza pop a lo inextricable, de la electrónica al math rock, de la trabada fractura rítmica a la velocidad bailable (“Heavy Water???). Lo mejor de todo es que, al final, el disco no pierde nada en coherencia, sino que está dotado de canciones que comparten la misma columna vertebral: ser un antídoto contra la monotonía y el cliché, que tanto abundan en la música de hoy.