Frankie Page – Frankie Page mató a Laura Palmer (Autoedición, 2008) Matias Moralesjulio 13, 2008Discos5 comentarios El ímpetu que tuvieron Nicolás Sepúlveda y Christian Riquelme luego de que sus primeras bandas (Suite, Tago Mago) pasaran a mejor vida, propició a fines de 2005 la formación de Frankie Page: un poderoso dúo de guitarra y batería que recientemente editó su primer disco de larga duración, Frankie Page mató a Laura Palmer. En su primera entrega, Sepúlveda y Riquelme aspiran a vulnerar el minimalismo que podría atribuirse a una banda con sólo dos componentes y se deciden por sonar fuerte. No existen recovecos de silencio y el disco transita en alta intensidad por doce pistas que atestiguan la compenetración de una guitarra que jamás prescinde de la distorsión y una batería generosa en calidad y alteraciones rítmicas. Si bien el coro de “La sangre en la escalera??? podría levantar sospechas en relación a una posible proximidad de Frankie Page al caudal de bandas penquistas que insisten con el sonido de Los Tres, el resto de las canciones esfuma cualquier suspicacia. “Aguacero??? se aproxima al rock de garaje y guitarras aceleradas y “Sombrío??? sintetiza la crudeza y la angustia transversales al disco, sensaciones potenciadas por la impetuosa vocalización de Sepúlveda y los certeros redobles de Riquelme. Quizás “Papel???, “Sigan??? y “Un día??? sean matices de relativa ligereza dentro de un disco que no transa su poderío, pero aún así no bastan para fisurar la estridencia que prima en Frankie Page: estridencia que puede ser contraproducente, porque como ellos mismos advierten en “Desértico???, “Sólo puede gritar hasta antes de perder la voz???. Y es en algunos de esos pasajes de mayor distorsión y ruido violento donde la voz de Nicolás Sepúlveda no es capaz de abrirse paso y se extravía. En Twin Peaks (la serie y film de David Lynch) es precisamente la incógnita circundante al asesinato de Laura Palmer lo que gatilla la intriga. En su disco debut, en cambio, Frankie Page aniquila toda intriga al atribuirse la autoría del asesinato, y el parangón entre el crimen y el sonido es evidente: una agresión inmediata y enfermiza sobre lo melódico.