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No, no es sólo verborrea lírica, autos lujosos, cadenas de oro, vivir en fiestas o mostrar culos grandes en videos. Tampoco crítica social, pistolas, balazos, en fin, estereotipos básicos del hip hop millonario lleno de clichés y que se trasformaron en un círculo vicioso inoperante, falso e inconexo con la realidad durante años.

Faltaba poner paños fríos al asunto o, mejor dicho, lanzar un balde de agua directo a la cabeza para que volvieran a despertar los sentidos y nos sacaran de las pretensiones del rimador gangsta que vemos en televisión y al cual, por mucho tiempo, se nos trato de imponer. Los menos, alineados guste o no al mainstream, hicieron su jugada estratégica; pasar de ser nada a trasformarse en jugosos talentos, mostrar sus cartas, ganar e iniciar de cero una escena que los necesitaba.

Esta “nueva vertiente??? de música negra de la cual se habla en estas líneas: sí, pertenece al gueto pero no vive a costa de él; sí, gana dinero pero tampoco lo muestra como trofeo de guerra y, sí es extravagante, pegajoso y superfluo – como la califican muchos – pero a la vez inteligente, sorpresivo e irónico porque se atreve a excavar la herencia que otros pasaban por alto, para armar un collage fresco, preciso y sin contrapuntos.

Hay dos hombres en esto. Uno, Danger Mouse prolífico productor y especialista en mezclas y Cee – Lo, un robusto cantante de southern rap (Goodie Mob), quienes lanzaron su propia táctica basada en un golpe único, certero que te dejará descolocado o simplemente te noqueará; ‘Crazy’, canción que mezcla lujuria, perversión y cierta candidez, tan emocional e intenso que inunda en un principio con ese resplandor de colores soul, samples, coros gospel para luego terminar de iluminar con tanta fuerza que parece quedar enraizado en los oídos.

Gnarls Barkley exprime ritmos llenos de sensualidad, libido y vigor tan bien como lo hace con los que trasmiten dulzura y nostalgia, armando un esqueleto perfecto de soul, funk, hip – hop, rhythm ‘n blues, coqueteando con maestría con todas sus influencias sin intentar disfrazarse o encasillarse en alguna de ellas. De eso se trata su trabajo St. Elsewhere, que se ubica en la línea de la pseudo-modernidad, una dosis que intenta confundirte o engañarte por completo mientras tratas de encontrar la salida entre fragmento-bosque de coros apocalípticos y la contundente voz de Cee–Lo como maestro de ceremonia, que tampoco te deja escapar.

Presentada como una película, el inicio lo da el sonido de un obsoleto proyector dando paso a ‘Go Go Gadget Gospel’ contundente y eficaz, entre la confusión de beat, samples, voces y verso que no te aclaran nada en un inicio de historia. ‘Crazy’ ya te introduce de lleno al cuento e intenta calmar un poco más las agitadas aguas. Lla casi fatalista y excitante ‘St. Elsewhere’ es el nudo central donde se desenvuelve la trama, mientras que ‘Gone Daddy Gone’ (cover de Violent Femmes), un enfervorizado guiño de pop burlesco junto con la pegadiza y armoniosa ‘Smiley faces’ representan el clímax de la cinta que ‘The Boogie Monster’ y ‘Feng Shui’ intentan resolver. ‘Just A Thought’ parece ser el desenlace pero la velocidad y agilidad de voces de ‘Transformer te vuelven de pleno al apogeo que decae rápidamente al precipicio con ‘Who cares’ y ‘On-Line’, monotonía pura como un sermón que te deja con un sabor agridulce. ‘Necroming’ y ‘Storm Coming’ muestran el anticipado cierre que ‘The last time’ termina con los créditos de un filme viejo con final conocido.

St. Elsewhere no merece este término; sin sobredimensionarla, es una obra llena de color, vida y texto que, como tal, sufre de vulnerabilidad por intentar ampliar los espacios de la música afroamericana (como los intentos de Outkast o Mr. Kanye West pero sin caer en el hedonismo ni la ingenuidad ). O, mejor dicho, indagar en ese cóctel fascinante de años en géneros musicales con versátiles piezas que sin duda, como ‘Crazy’, seguirán sonando por bastante tiempo en nuestras cabezas, hasta esperar que alguien nuevamente lance otra estrategia igual de efectiva y buena.