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¿Cómo hablar de Health en la actualidad? Tenemos su primer disco homónimo en 2007, que los sitúa como una banda de Los ??ngeles de raigambre arty, espástica y furiosa en sus acciones, auténticos experimentos, tirones y machacones que no suman la media hora, con un estilo tan difícil de catalogar que me parece cómodo tentar las etiquetas híbridas de jazz-punk o punk-jazz, si prefieren. Como si su sensibilidad les impidiese articular patrones regulares, las tramas de sus melodías y ritmos son absolutamente libertarias en los recursos de guitarra, batería y bajo, con lo volátil y ligero del free jazz (donde vale también la herencia tribal africana) y el oscurantismo del post-punk más cavernario de la escuela umbría de Liars, Animal Collective y más atrás, PiL o This Heat. Si agregamos que su debut no fue grabado en un estudio profesional, sino en The Smell, un galpón de arte de Los ??ngeles donde implementaron micrófonos de baja fidelidad, tenemos un buen bosquejo de Health 2007.

Entonces repito la pregunta ante el rodeo inevitable del párrafo previo: ¿Cómo hablar de Health en la actualidad? La respuesta está escondida en la interrogante: Health, cuyo concepto de buena salud es bastante suspicaz, busca una definición inestable y azarosa, tan volcánica como las rocas magmáticas de su fundación. Esa es su filosofía y futura ramificación, como dejan entrever las carátulas de sus discos de ilustraciones fractales. Actualizando los postulados deconstructivos de Derrida, donde la periferia define el núcleo (y dónde tampoco existe un núcleo como tal), Disco no ha sido escrito por Jacob Duzsik, John Famiglietti, Jupiter Keyes y Benjamin Miller, la formación de Health, sino sus colegas Crystal Castles, Acid Girls, Thrust Lab y Pink Skull, entre otros, quienes han remezclado los tracks de 2007 y… ¡voilá!: ahora Health ya no es punk ni post-punk, sino música robótica y vintage, techno, club, house minimalista y elegante, disco, italo disco… ¿Jugada conspicua o camaradería hype?

Sin dudas, firmar Disco como un disco propio, y no como el arreglo de una disquera interesada en relanzar a su artista con meros retoques del fresco original, es una maniobra fuerte y reveladora. Ya lo hizo Ricardo Villalobos con Fabric 36 (remezclas del prestigioso sello electrónico que, sorpresa, no consideraba nada del catálogo sino que proponía nuevas composiciones), ya marcó la pauta Girl Talk con su frenético Night Ripper en 2006, lanzando la autoría al infierno y el cielo juntos. Disco ha sido finamente planeado, pues los chicos de Health eligieron con pinzas la armada electrónica que les daría un nuevo aliento. Y lo cierto es que es un álbum muy entretenido, fiel al espíritu de la banda, cuya línea de avance va descubriendo y mutando texturas con audacia y precisión, pero siguiendo siempre un estilo, un mood que aleja al conjunto del poutpurri intragable. “Triceratops” está remezclada ¡tres veces! y ni siquiera te das cuenta; “Lost Time”, en su versión kraftwerkiana de Pictureplane y más tarde en la mirada juguetona de C.L.A.W.S, es aguda punta de lanza para cualquier fiesta chic, muy lejos del track final de cortes evasivos como ocurría en 2007; y “Crimewave”, demonios, es la perfección misma, una delicia atari irresistible aunque la fama de Crystal Castles se encuentre tan manoseada. “Heaven (Narctrac Remix)” me recuerda la fabulosa saga de Megaman (aunque nunca haya derrotado a los jefes finales de etapa) y “Triceratops” de Cfcf (diablos, ¿ya la nombré antes?) es synth-pop tan nostálgico, tan ochentero y The Knife que sólo puedes sentir cariño con estos invasores del subconciente.

Disco también tiene ese ánimo avasallador de su predecesor. Se instala con convicción y no da tregua en su desarrollo: se agradecen las variaciones estilísticas que hacen más selectiva la escucha, adecuadamente alineadas en un trip orgánico de menos a más bpm, con adecuados cambios de ritmo que mantienen la atención despierta. Estamos frente a uno de esos compendios que obligan a investigar más autores en los contornos, en el contexto de la revitalización (y no revival) de estilos familiares abigarrados en una sensibilidad vanguardista. Y por qué no, ante un gesto humilde de ceder la cancha a jugadores más desconocidos, ofreciendo la inaudita posibilidad al mercado y a los fans de asistir al relanzamiento de la carrera musical de este prodigio de buena salud que, atención, sólo va en su segundo álbum…