Si existiera algo así como el Oscar honorífico en el punk, ese premio debiese tenerlo Iggy Pop en su mesita de noche. Mientras Johnny Rotten coloreaba sus primeros libros de cuentos, el señor James Newell Osterberg se cortaba la piel en el escenario, desafiaba a públicos generalmente hostiles y creaba una banda (confesión propia) para emular el sonido de las aplanadoras industriales de su natal Detroit. Todo ello mientras nos relataba la imperiosa necesidad de ser nuestro perro y, si las cosas no resultaban, de buscar y destruir lo que tuviese por delante. ¿Qué tiene eso que ver con el elegante crooner que suplanta a la fibrosa iguana en Preliminaires? La verdad, bastante. Porque cuando las guitarras dominaban el panorama sonoro de su música (o sea, casi siempre desde el disco debut de The Stooges en 1969 hasta su fatal regreso discográfico de 2007, pasando por sus 14 álbumes solistas) nuestro Oscar honorífico se dedicó a interpretar con impecable voz de barítono aquellas letras de hermoso nihilismo. Un mozalbete llamado David Bowie aprendió de ahí, dicen.

Con los Stooges aparcados (¿de momento?) por la triste muerte de Ron Asheton a principios de año, Preliminaires abre nuevas vetas en el sonido Pop (el arreglo New Orleans de “King of the dogs”, el guiño al último Leonard Cohen en su cover del standard “Les feullies mortes”), pero también retoma el acercamiento acústico ya planteado en el no muy logrado Avenue B (Virgin, 1999). Aparte, se da el gusto de hacer covers de Antonio Carlos Jobim, susurrar en un francés con necesidad de algunas clases extra y basarse en Michel Houellebecq para otro de sus relatos apocalípticos. Hablar de “madurez” en un señor de 62 años es, a estas alturas, un disparate. Más bien de ¿sofisticación?, por elegir algún término disponible. Algo de eso hay en quien deja de querer ser tu perro a coronarse como el rey de ellos.