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Justin Broadick es ya un veterano en esto de la densidad musical. Él fue uno de los responsables de dar nacimiento a aquella institución del rock que es hoy en día Napalm Death, fue integrante de los extraños y efímeros Head of David y mentor de la cara menos amable del metal electrónico junto a Godflesh, proyecto con el que alcanzó gran popularidad gracias a una relectura en clave pesada de la inclasificable brutalidad de los primeros Swans -especialmente en sus dos primeros discos Godflesh (Earache, 1990) y, su obra maestra, Streetcleaner (Earache/Combat, 1990)-. Todas pruebas fehacientes de la temprana inquietud del de Birmingham, quien en los noventa exploró su vertiente más electrónica junto a Techno Animal y God.

Ya a sus cuarenta y tantos, Broadick no ha mermado su incansable trabajo compositivo, ahondando siempre en una música lenta, difícil para algunos y una delicia para otros. Sigue siendo un tipo extremo si lo analizamos de cierta forma. Y es así como desde hace casi un lustro viene elaborando junto a su nuevo grupo, Jesu, un sonido que da continuidad a lo iniciado junto a sus últimos y más accesibles Godflesh, pero ahora acentuando una exploración melódica que remite al shoegazer, al pop de guitarras texturales, al drone rock y al minimalismo –su primera referencia Heart Hache (Dry Run, 2004) son dos suites de sonidos radicales de 20 minutos cada una-, eso si, desde la perspectiva de un músico que sabe hacer que sus instrumentos suenen pesados y profundos, haciendo partícipes de esta aventura a sus camaradas Ted Parsons (veterano de la percusión y las programaciones que ha prestado sus servicios en Swans, Prong y Godflesh) y Diarmuid Dalton (bajo).

En Conqueror, su tercer largaduración, Jesu se abandona a la factura de una música que le debe tanto al electro-doom de Godflesh, como a My Bloody Valentine. Para ello utiliza guitarras metaleras saturadas, que privilegian los acordes sónicos sostenidos, bajos distorsionados y baterías programadas en raletí. Además se añaden sonidos de teclados que otorgan dulzura y melodicidad a esta espesa trama lograda por Broadick y los suyos. Las voces son otro aspecto de interés, ya que lejos queda aquella guturalidad extrema que el británico exploraba a fines de los ’80; a cambio privilegia la ensoñación y la hipnosis, formando una totalidad de connotaciones mántricas de abrumadora belleza.

Ahora bien, en Lifeline Ep, ahonda en un formato canción un poco más breve (el promedio de duración de cada tema es seis minutos) en cuatro composiciones que complementan de buena forma su mencionada tercera puesta en largo, y que tienen como broche de oro la presencia de la mítica ex integrante de Swans, Jarboe, quien registra su pluma y versátil voz en ‘Storm coming on’.

En definitiva, ambos trabajos son muestra de la vitalidad estilística de un músico que se niega a colgar los guantes de la reinvención. Ambient para metaleros, doom para indie rockers, drone para industriales, llámenlo como quieran. Lo único cierto es que Broadick, desde su mundo lento y real, nunca ha dejado de hacer música con convicción, libre de cualquier fundamentalismo.