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Aparecido en 1982

Un poco de nostalgia entretiene y calma el espíritu: nos recuerda el carácter temporal y extraño de la mayor parte de nuestros gustos. Exceso de nostalgia enerva y frustra: nos muestra que el conservadurismo opera a más niveles de lo que la sociedad necesita. Así, en la fiebre ochentera que hemos soportado de un par de años a esta parte, entra todo con la misma facilidad y, por supuesto, con igual valoración. Entendámonos, a estas alturas vendría siendo igual Talk Talk que A flock of seagulls; Style Council que Wham!; y Pretenders que Bangles. Cualquier personaje con exceso de laca y dudoso gusto al momento de vestir pareciera ser parte del mismo saco, con el riesgo de perder la perspectiva de la importancia de unos y otros.

Joe Jackson, dueño de un par de las canciones favoritas de los programadores adulto-jóvenes podría ser una de las inocentes víctimas de este fenómeno. Él, que decidió a principios de los ochentas dejar el post-punk para zambullirse en las plásticas aguas del pop de aquella época, tiene a su haber un par de números que llevan a la confusión. ‘You can’t always get what you want’ y ‘Breaking us in two’, han sido escuchadas hasta el hartazgo sin mediar una pequeña reseña sobre el hombre en cuestión y como llegó ahí. Vaya una pequeña semblanza que, la verdad, ni siquiera debiese ser necesaria considerando su importancia. Todo sea para sacarlo de ese listado de programación que lo tiene entre George Benson y Rick Astley.

Elvis Costello decía que la primera aparición de los Sex Pistols en la televisión inglesa (aquella vez que dijeron “fuck??? ante los escandalizados ojos de la sociedad británica) le sirvió como impulso para dejar su trabajo de informático y dedicarse a la música (con bastante más pericia y recursos que Sid Vicious, entiéndase). No fue el único. Otro muchacho proveniente de Staffordshire llamado Joe Jackson decidió alinearse con una formación básica de rock para darle un carácter moderno y energético a sus composiciones. Se formaría la Joe Jackson Band, que sirvió de plataforma para que uno de los “angry young men??? (los otros eran Costello y Graham Parker) combinara inteligencia lírica y potencia musical en partes iguales. Aunque los muy recomendables Look sharp! (A&M, 1979), I’m the man (A&M, 1979) y Beat Crazy (A&M, 1980) hurgaron en el reggae, el punk, el ska y todo ritmo moderno con resultados inmejorables, los tiempos pasaban demasiado rápido como para estancarse en una sola versión de sí mismo. En 1981, Joe Jackson como solista armó una big band y grabó Jumpi’n Jive (A&M, 1981) un disco de versiones, hecha con pasión, pero sin muestras de su excepcional talento compositivo. Lo que nos lleva a…

Cole Porter. Pareciera que ese nombre es la piedra de tope para cualquier tipo con un piano bajo sus dedos y con buenas melodías en su cabeza. Stephen Merrit, Rufus Wainwrght, Ben Folds, entre otros, han caído bajo la tentación de homenajear/calcar la exquisitez compositiva del gran referente de la canción de los años 30s. Joe Jackson hizo lo propio con un disco que incluso refería en su título a uno de los grandes hits de Porter. Lo que antes era descontrolada energía punk mezclada con un gran oficio creador, se transformó en arreglos exquisitos que bebían del experimento swing de Jumpi’n Jive. No era, en todo caso, un nuevo experimento big band, sino la utilización de los recursos necesarios para dotar a las canciones de la atmósfera adecuada. Ello implicaba, en un continuo musical que no se detiene durante el transcurso del álbum, transformarse en una orquesta de jazz latino para ‘Cancer’ y ‘Chinatown’, un grupo de cámara para ‘Real men’, o una banda del mejor pop con sabor a plástico para los éxitos ‘Breaking us in two’ y ‘Steppin’ out’.

A pesar de ser, quizás, el mejor disco de Jackson, no todo el contenido de Night and day es destacable, con algunas canciones como ’Target’ o la introductoria ‘Another wold’, donde las ganas de alejarse de su pasado rockero llenan todo de almíbar. Ante la tentación de recomendar este disco a cualquier fan de Phil Collins, es necesario revisar la segunda parte, donde abandona los experimentos jazzy latinos y aparece la delicadeza de ‘Steppin’ out’, ‘A slow song’, ‘Breking us in two’ y ‘Real men’ (felizmente versionada por Tori Amos hace algunos años). Como para extrañar la presencia de temas como éstos en los rankings actuales.

Luego de las nominaciones de aquel año al Grammy y el inicio de una fugaz carrera como two-hit wonder en USA, Jackson sacó discos notables hasta fines de los 80s (Big World, Blaze of Glory) para luego caer en una suerte de caricatura de sus inquietudes musicales, realizando incluso una sinfonía años después. La vuelta a las 2 versiones más exitosas de sí mismo fueron dispares: Night and Day II (Sony, 2000) convenció sólo a su autor, mientras que Volume 4 (Rykodisc, 2003), su reencuentro con la Joe Jackson Band fue aplaudido por crítica y público. Como instancia irrepetible para su autor, el primero de los Night and Day sirve, entonces, para aclarar que algunas veces, la elegancia puede estar al servicio de la calidad musical. Y no servir sólo para matar la espera en auto en medio de un taco.

*Todas las semanas revisamos un clásico contemporáneo. Algo para hacer memoria reciente.