Aparecido en marzo de 1973.

Hay algo inabordable en John Cale. Llámesele idealización o temor reverencial de una figura imponente, y tráigase a la mente sus fotos de mediados de los ’60 con The Velvet Underground forrados en cuero, con Cale larguirucho y sombrío escondido tras unos anteojos de sol aún más herméticos que los del propio Lou Reed. Y antes de esa toma, hágase la idea de un músico clásico nacido y entrenado a Gales, que se trasladó a Nueva York y solidificó para siempre esa idea pop que se tiene de Manhattan como epicentro oscuro del avant garde. Añádasele que este hombre no llegó inocente a Estados Unidos: en su ciudad de origen ya había sido elegido el alumno más insoportable de su clase y sus conciertos de piano incluían gritarle a una planta hasta matarla. Súmesele años más tarde la imagen del mismo Cale decapitando un pollo arriba del escenario y complétese su figura enorme y mortal como el productor responsable de los primeros discos de The Stooges, Patti Smith y The Modern Lovers.

1973. Hace cinco años que Cale había dejado Velvet Underground por lo que habría que llamar escuetamente “diferencias irreconciliables” con Reed. Llevaba tres discos solistas y asentaba una carrera como productor y colaborador que lo convertiría en una de las figuras más influyentes de la gestación del punk en los setentas. Treintañero, ese año viaja a Londres con Beach Boys y Mahler en su bolso como figuras de cabecera y lanza Paris 1919, su cuarto disco. En su portada aparece Cale elegantemente vestido de blanco con un aura art noveau, mirando frontal a la cámara. Esa cercanía y afectación le dan el tono al disco, y con los años hará que este álbum sea considerado el más agraciado y accesible en la carrera de Cale. Porque la sorpresa es grande. El hombre que había lanzado hace un par de años el experimental Church of Anthrax, entrega un disco que puede considerarse un logro mayor del pop rock orquestado con vocación de grandeza que parece ser marca registrada de los setentas.

Compositor notable, Cale muestra en Paris 1919 una sutileza inesperada que combina con la habilidad poco común de mezclar estilos y ritmos disímiles. Con eso logra una entrega que se escucha como un todo redondo que incluye baladas tristes como “Hanky panky nohow” (que mucho después cubriría de manera adorable Yo La Tengo), pasando por el pop a secas de “Graham Greene” hasta el rock and roll fiestero de “Macbeth.” Cale es un músico que sabe perfectamente lo que hace, que entra con sus ideas estructuradas al estudio y le da el paso a la improvisación sobre la base un entrenamiento musical que le permite saber qué va sonar bien. Considerándose a si mismo un músico clásico que se desdobla en el rock and roll, muestra unas habilidades casi sobrenaturales como multiinstrumentista. Y pone los formatos de canciones a su disposición -jamás viceversa- subiendo y bajando la intensidad a su voluntad. Para completar su visión, se hace acompañar por el baterista Richie Hayward y el guitarrista Lowell George de la banda rockera Little Feat y le suma el conjunto de cuerdas de UCLA. El resultado hace que Paris 1919 se escuche fácil simplemente porque está compuesto y ejecutado con una precisión apabullante.

Esa accesibilidad no necesariamente se refleja en las letras de las canciones. Literato, Cale se crea una iconografía de Paris a comienzo de siglos y le añade referencias a Graham Greene, Dylan Thomas y una Andalucía que no se sabe si es una mujer o un lugar. Como fogonazos, aparecen frases lúcidas de un hombre poco simpático que nunca le han importado mucho que su público lo entienda. En “Hanky panky nohow” dice muy tranquilo “Nada me asusta más/ que la religión en mi puerta/ Nunca respondo a los toques de pánico” y en “Half past France” se le escucha decir “La gente siempre me ha aburrido de todos modos”. Aplomado, Cale termina susurrando espectralmente como si estuviera muriendo de frío “La anestesia está desapareciendo/ La Antártica parte aquí” en “Antarctica starts here,” un final de disco que no necesita ser grandioso sino que sólo apagarse como un soplo de aire.

Paris 1919 es un álbum craneado a la perfección, que se hace accesible y conmueve por el formato en que se presenta y no porque deje en evidencia ninguna vulnerabilidad. La emoción que aparece tiene algo de artificio, pero no por eso deja de producir cosquillas o ganas de ponerle play con repeat en un parque soleado. Álbum ideal para empezar a conocer la obra del enorme e impenetrable Cale, siempre y cuando se supere la idea de cripticismo conceptual que parece cubrirlo como una capa. Porque al final Paris 1919 es todo lo contrario: simplemente un disco muy bonito.

MP3: John Cale – “Andalucia”

VIDEO: John Cale – “Paris 1919” (en vivo)
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