John Coltrane My favorite things (WEA/Atlantic) Íñigo Díazabril 1, 2005Discos0 Comentarios Seguidores del jazz moderno como nosotros jamás podremos dejar de realizar audiciones en torno a la obra del tenorista John Coltrane. Ni aunque lo planteemos como desafío. Su música como solista tiene ya 48 años y aún hoy sus discos suenan actuales. Algo que también reconocen las discográficas norteamericanas, que reeditan cuanto material sea necesario. En 2003 el sello Prestige puso en vitrinas nuevamente la obra máxima del mítico tenorista (A love supreme , 1964) conmemorando los 40 años de su grabación, y hoy es la etiqueta Atlantic la que se acomoda a las circunstancias y utiliza un clásico del catálogo coltraneano para celebrar sus cinco décadas de acción. Es My favorite things (1960), álbum de cinco estrellas por donde se le escuche. My favorite things sugiere un punto equidistante entre la época formativa de Coltrane en el hard bop y su estruendoso estallido en un jazz modernísimo que a esta altura resulta inclasificable: es, simplemente, jazz “a la Trane”. Es una estación a medio camino entre su último apronte bop neto con Giant steps (1959), y el primer asomo de vanguardia jazzística expuesto a través del espectacular Olé Coltrane (1961). Es, a la vez, la última etapa de búsqueda antes de dar con los músicos definitivos que hicieron de su cuarteto el más importante de la era moderna. En My favorite things están el pianista McCoy Tyner y el baterista Elvin Jones. Pero Coltrane no ha encontrado aún al contrabajista Jimmy Garrison. En cambio, está el magnífico pulso de Steve Davis desde las cuatro cuerdas, uno de los sideman mejor dotados y demandados de la época. Con esta banda Coltrane desarrolló no sólo un jazz futurista en la línea de la música modal y el bop contemporáneo, sino que además logró que el saxofón soprano se hiciera muy popular entre las audiencias. Algo que se puede apreciar a través de libre versión de la homónima ‘My favorite things’ (escrita por Richard Rogers), basada en un vals vienés e interpretada con ese fuego interior único. El resto –los 27 minutos de jazz de intervenciones de standards- es sumar y seguir. Y sublimar.