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En los 10 temas de su segundo disco, José González abre la ventana para dejar que la incertidumbre y la agonía de Veneer (Hidden Agenda, 2005) salgan a desarmarse bajo el sol implacable de la mañana. Lo que queda dentro es ensayo y error, cálido, parte de la naturaleza humana. “No quería escribir de amor esta vez y traté de buscar en los aspectos más primitivos del ser humano”, comenta mientras con su guitarra rearma en privado un mundo acústico, inquieto y casi optimista. Una invitación luminosa a asumir la valentía necesaria para arder en las consecuencias del solo intento, la incapacidad de hacer todo bien y aún así enfrentar insolente la pelea con los fantasmas arrastrados. Cantar ‘Put down your sword, Open up your doors’, ‘Someday you’ll be up to your knees (In the shit you seek.)’ o ‘Don’t let the darkness eat you up’ y legitimar que errar es humano, y como tal, una experiencia válida en la que construir el arrepentimiento, la rabia o la resiliencia.

En este mundo la guitarra se vuelve más enérgica, el dibujo melódico preciso y amigable, la voz se desenmascara al gritar ‘Down the line’ como himno de guerra, al entonar el amor ciego en ‘Teardrop’ sin miedo ni vergüenza. La batalla de González es unipersonal, pues participan de este proceso, esporádicamente sin interrumpir, algunos brillos de percusión, claves de bajo o refuerzos vocales, apenas apoyando la imagen de un cantante levantándose sobre su ímpetu más que en la queja, esperando erguido mientras “es tiempo de enviar a alguien lejos” y que “caiga la lluvia de verano otra vez en la cara”.

En 33 minutos se fragua un disco inquieto, de varias emociones, todas activas. Finalmente la naturaleza humana es imperfecta, apasionada e inconsistente, siempre inflamada. Al final del álbum la decepción vuelve tras la pelea, secuestra el tono mántrico de la propuesta musical de González y la transforma en recriminación constante: ‘Cycling Trivialities’. Más de lo mismo, pero esta vez con coraje, no con vergüenza.