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Sin duda un disco duro de tragar. La voz de Josephine Foster es de esas que no producen empatía sino distancia o extrañamiento. Y es que al oírla no se puede dejar de pensar en artistas como Loreena Mckennitt, aunque esto sería completamente injusto considerando su propuesta folk mucho más cercana a la de Kari Rueslatten -aún cuando ésta última ha demostrado cierto desprecio por sus orígenes folclóricos nórdicos más sombríos en pos de la electrónica-.

Las guitarras de Foster juegan a ensombrecer cada canción y junto a su voz con aires expresionistas remontan a un folk medieval, oscuro, parco, con pocos elementos y ambientado en lugares espaciosos que producen ecos estremecedores, con ciertos niveles de sombras y cadencias, que no traspasan a lo épico o gótico, tal como es posible observar en la Nina Nastasia de Run to Ruin (Touch & Go, 2003). Sin embargo, en el trabajo de Josephine Foster, aún cuando incorpora punteos de cuerda realmente notables y ambientes sonoros embrujadores, el poder de la interpretación recae en esa voz quebradiza y lírica que insiste en envolver al oyente en un abismo intemporal. Esta vez con la estructura de las poéticas de Schubert, Wolf, Schuman y Brahms.

En Hazel Eyes, I Will Lead You (Locust, 2005), su álbum anterior, ya estaba presente esta voz engalanada, acompañada de efectivos y sencillos arreglos de guitarras cortesía de Brian Goodman, arreglos que en A Wolf in Sheep`s Clothing se vuelven más austeros y amplían el horizonte acústico incluyendo una terrorífica guitarra eléctrica que se desangra en ‘Die musik’. En ‘Auf Einer Burg’ los sonidos envolventes y desencajantes hacen de la canción un extravagante viaje que adquiere unidad sólo por el hipnótico timbre de la voz, que va develando agresivos ruidos de máquinas y armas pero que no remiten directamente a nada. Este álbum es una sinfonía completamente desolada y llena de tristeza, con su culmine más dramático en ‘Die Schwestern’.

En EEUU, la búsqueda por un sonido basado en las cuerdas y generador de ambientes envolventes en forma de folk ha dado varios nombres que, de cierta manera, acompañan a Josephine Foster: la aclamada Joanna Newsom, Sharron Krauss, Marissa Nadler, la renovada Vashti Bunyan o el hippie Devendra Banhart; cada uno con su cuota de excentricidad característica. Desde ahí, Foster da un paso al lado para probar en esta última obra que su búsqueda goza de un enfoque particular, mucho más sombrío que sus colegas, y que está dispuesta a echar mano de los más variados instrumentos y sonidos para conseguir la atmósfera anacrónica y enturbiada que quiere imprimir en su obra. Aun así, no se aleja nunca por completo del free-folk que le da sustento; de hecho en “Näne Des Geliebten”, séptimo y último track, regresa con un poco más de luz al acorde clásico para dar cierre al que puede resultar su disco más difícil y hermético.