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Josh Rouse no es un artista. Por lo menos de la clase con la que adornar nuestras piezas con sus fotos o para citar en alguna situación de emociones extremas. Por el contrario, es un señor que desde su debut discográfico Dressed Up Like Nebraska (Slow River, 1998) saca un disco por año, con diez canciones concienzudamente compuestas y arregladas en las que habla de sufrimiento sin atentar contra su propia vida en el proceso. Tal cual otros tipos de bajo perfil como Ron Sexsmith o su amigo Kurt Wagner (Lambchop), Josh Rouse escribe las canciones para evitar vivirlas.

Tampoco podríamos decir que buscó el lugar más eficaz para impulsar su carrera. Luego de vagar por diversas ciudades de Estados Unidos, nuestro trovador cansino se instaló hace 3 años en un pequeño pueblo español y desde allí mantiene su regular publicación de discos, sin planear la dominación mundial, precisamente. Lo que sigue creando Josh Rouse (esta vez sin el omnipresente Brad Jones en la producción) son pequeños compendios de historias (la mayor parte, tristes), armonizadas y registradas de la manera más pulcra posible, sin perder un ápice de emoción en ello. Ya dio cuenta de ello en el homenaje a su banda sonora infantil que es 1972 (Rykodisc, 2003) , en la concreción pop de Nashville (Rykodisc, 2005) y en la placidez de Subtitulo (Nettwerk/Bedroom Classics, 2006).

En Country Mouse, City House, sigue el mismo intento de reutilizar al soft rock de los 70s y al indie rock de los 80s como ropajes alternativos según la intención de la canción. Así como en el pasado ‘Winter in the Hamptons’ exhalaba un indiscriminado tufillo a Johnny Marr; y ‘1972’ bien podía estar presente en algún viejo disco de James Taylor; ahora ‘Nice to fit in’ e ‘Italian dry Ice’, respectivamente, juegas bazas similares. También está el folk-pop deudor de Tom Petty en la inicial ‘Swettie’ y el recuerdo de McCartney en ‘Pilgrim’ para abarcar la totalidad de registros del ex norteamericano.

Y para contar sus historias también. Si hace algunos años cantaba cosas como She was feelin’ 1972/ Groovin’ to a Carole King tune/ is it too late, baby?/ is it too late? con un arreglo casi extraído de Rickie Lee Jones; hoy narra: He’s all day sleeping /He sleeps until the night(…) domesticated lovers / breakin’ each other’s hearts con un fondo que recuerda indefectiblemente a Paul Simon. En ese lugar intermedio entre la desnudez absoluta de un José González y el exceso de ornamentación de un Bright Eyes; Josh Rouse renueva en Country Mouse, City House su gusto por el acabado preciosista, lleno de detalles en la producción (cuerdas y sobre todo metales en buena parte de los tracks) que siempre van en función de la intencionalidad de cada canción individual.

Más que demandar atención por parte del oyente, el último disco del cantautor norteamericano se mantiene como un acompañante silencioso, que se muestra afable a la escucha reiterada. Es ahí donde se van descubriendo las pequeñas sutilezas de producción que sólo resaltan la claridad compositiva ya percibida desde un comienzo. En un mundo de estímulos mediáticos invasivos, Country Mouse, City House es lo más cercano a una buena película clásica que puedas encontrar por ahí.