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La cantautora holandesa afincada en Francia ha hecho propio el gusto por la chanson y por las melodías de la tradición gala. A su característico toque dulzón, le ha agregado un exquisito aire de melancolía y ahogo que se mueve en el limbo de la inocencia de una chica de dieciséis y las sombras de su angustia de rosa y amarillo. Su música es un viaje hacia el interior, las profundidades de un alma inquieta que encuentra en la belleza un refugio para los efectos de la soledad.

Con la colaboración de Benjamin Biolay, La Biographie de Luka Philipsen (EMI, 2000) y La Disparition (EMI Capitol, 2002), fueron las primeras líneas de una ansiosa búsqueda por la sofisticación sonora, que en Not Going Anywhere (Blue Note, 2003) alcanzó su máxima expresión: arreglos de arpa, violines, cellos y pianos que no se configuraban como formantes principales en la canción, sino que adquirían sentido en el encuentro de sus pulsiones.

La guitarra es primordial en cada tema de Keren Ann, cuya voz a veces intenta seguir el ritmo de sus cuerdas y en otras discrepa con el tono luminoso de los instrumentos. He ahí el juego de esta songwriter, situada en el punto medio entre la más sofocante angustia y el optimismo de un nuevo romance. Esta quinta entrega significa una vuelta a la meticulosidad musical que en su tercer álbum había cautivado al público anglosajón. De dulce a amargo, desde la luz a las sombras, el corto viaje que propone Keren Ann es tan conmovedor que asusta. Si las canciones de Nolita (Blue Note, 2004) resultaron pastiche y pura revisión estilística, este álbum da paso a temas simples y honestos, como si la autora sintiera de nuevo la necesidad de componer ese pop íntimo y frágil. Basta escuchar un tema como ‘Lay Your Head Down’ para darse cuenta que la holandesa recuperó su intuición de generar melodías perfectas.