Otro disco de amor, uno entre miles. Pero Kings of Convenience no es cualquier banda. En lo que va de la década, se apropiaron de un nicho hogareño con dos guitarras de palo y una voz privilegiada, que hizo que la simpleza acústica se transformara en logro mayor como el de cualquier pirotecnia rockera. Como dos álbumes entrañables que gatillaron un fanatismo sin pudores como Quiet is the New Loud (Source, 2001) y Riot on an Empty Street (Astralwerks, 2004), la banda de Erlend Øye y Erik Gamble Boe vuelve como las cosas que son inevitables y tras cinco largos años de ausencia. Un tiempo donde Gamble Boe se dedicó a trabajar en Bergen, Noruega y Øye se transformó en ese superstar que vimos en Santiago, oscilando entre su faceta de iluminado precoz electrónico y de virtuoso del pop en Whitest Boy Alive.

Quizá podrían haber vuelto antes. Declaration of Dependence suena a que estaban esperando el momento justo. Despojados de percusión y basándose principalmente en sus guitarras, cuerdas y voces, Øye y Gamble Boe reaparecen como una versión minimalista de ellos mismos. Donde dejan atrás ese lado juguetón de “Toxic girl” o “I’d rather dance with you”, que los hacía ver como adolescentes demasiado altos o demasiado guapos que se sabían talentosos. Despreocupados, probando elementos y construyendo canciones tal vez con esa idea del pop que tenía Bacharach en la cabeza cuando escribió “I’ll never fall in love again”. Letras ingeniosas, melodías oreja pero al final igualmente un producto pop ansioso de ser disfrutado por muchos.

Esta vez, Kings of Convenience parece haber movido el foco y haberse concentrado en hacer canciones más directas. Lo que -para alivio de muchos- no suena demasiado distinto que las veces anteriores, simplemente más expuesto y mejor ejecutado. La gran diferencia está en las letras. En Declaration of Dependence, la banda parece haber encontrado una manera muy personal de sonar al mismo tiempo atractivos como honestos. En “24-25” se reconoce que “lo que construimos es más grande que la suma de dos/ pero en algún lugar me perdí la pista a mi mismo y necesito encontrarla solo,” con la cabeza fría que dan los años para poder decir que es necesario primero salvarse a uno mismo.

En “Mrs Cold”, la que en apariencia suena a una canción juguetona de “chica mala vs. chico que descubre su truco” (piénsese en “Toxic girl”) es en realidad una canción de lucha de poder, donde las vulnerabilidades son usadas para lograr una victoria en un juego que es imparable. Y en “Rule my world,” una canción de exasperación política, se vuelve sorprendentemente cruda cuando se interpreta como una canción de amor. Erlend canta exponiendo a alguien que pretende ser bueno y dice “Only, someone morally superior can rule my world.” En esa denuncia, reconoce que de alguna manera ambos son iguales, sólo que él acepta la culpa y ella se escapa en la noche. Es cuando ambos cantan en coro las palabras “to rule my world”, coro que podría ser exponente máximo de la tontera romántica, que se have evidente cuánto se están alejando de la sensiblería que tanto nos gusta para moverse a lugares mucho más reales.

En Declaration of Dependence ya no todo es amor ni víctimas lánguidas que son tomadas por sorpresa (recuérdese “Lean against the wall” de Quiet is the New Loud). Esta vez aparecen dos sujetos que son capaces de causar dolor, ser impredecibles o simplemente decir la verdad. Lo que los hace sonar mucho más como singersongwriters que como un par de habilosos rompecorazones, lo que les sienta tan bien como sus tenidas playeras de la portada.

MP3: Kings Of Convenience – “24-25”

VIDEO: Kings of Convenience – “Mrs. Cold”
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