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La carrera de Laura Veirs es una constante y prolífica línea en ascenso. Desde que editó Troubled By The Fire (Bella Union 2003), su tercer disco contando dos álbumes anteriores autoeditados, la norteamericana ha ido elevándose tanto en nivel como en destreza musical. Este prolífico y efervescente estado de gracia muchas veces ha sido malinterpretado como exceso de producción (casi un disco por año) y ausencia del factor sorpresa. Sin duda pocos son los que se pueden dar el lujo de sacar discos constantemente y seguir sonando impecables, como ocurre en bandas como Stereolab o Belle And Sebastian, y sería un error considerar la prolificidad como un problema, ya que estaríamos asumiendo demasiado rápido las leyes del mercado musical que se preocupa en demasía por las ventas, la explotación de un álbum hasta el cansancio y poco por la calidad de la propuesta. Asimismo, se hace una crítica sobre la supuesta monotonía de la música de Veirs, cuando la cuestión acá es poder apreciar cómo una línea clara y consecuente se desarrolla a lo largo de una carrera, y es que nuevamente estamos frente a las nefastas exigencias del mainstream que pide novedad a cualquier precio. Es ese desprecio por las normas de producción el que hace a Laura Veirs una cantautora interesante, fiel consigo misma y, dentro de su línea, una compositora excelente.

Oriunda de Colorado, la influencia country se hace patente a lo largo de sus melodías, aún cuando en Saltbreakers está mucho más cercana a un folk preciosista que a los arreglos de cuerdas con aroma a western de su primer disco. Sin embargo, lo que mayormente la caracteriza es esa inyección rock que le imprime a sus canciones, una predominancia del bajo y de ritmos que se tropiezan en su voz que llegan incluso a remitir a la Pj Harvey noventera y debutante de Dry. Su voz no es sencilla ni bella, pero permite conmoverse en sus vaivenes e involucrarse a través de cantos raspados, susurros, quiebres.

El tono sombrío que Veirs alcanzó en Carbon Glacier (Bella Union 2004) y en Year of Meteors (Nonesuch records 2005) ha sido disipado en Saltbreakers a favor de una luminosidad que no se le había visto hasta ahora en su matices. Historias mágicas, mitos y fábulas se dan espacio a lo largo del álbum para dar cuenta de un nuevo estado espiritual que quizás coincide con los cambios que ha sufrido en su vida privada. Emparejada, parece que los rencores del pasado ya no pueden alcanzar esa fuerza de antaño, y esta vez es el amor el que domina temas como ‘Pink light’ o ‘Black Butterfly’, aunque sin caer en el pastiche amoroso. Es por ello que cuando nos canta ‘Ocean night song’ es una poesía más bien abstracta la que nos alberga, siempre con un excelente trabajo de cuerdas y una importante presencia de percusiones que permiten hacer ingresar a Veirs en las filas del indie, más allá de emparentarla con colegas folk como Joanna Newsom o Alisson Krauss. Saltbreakers es un disco buenísimo, tanto como sus predecesores y, probablemente, como los discos que le sucederán.