lavender.jpg

Ese pop simple que endulza la vida es la especialidad de Lavender Diamond. Dulce en el sentido de que su lírica y melodías tienen un barniz acaramelado del cual uno se hace adicto. Un jarabe que se puede tomar todos los días y todavía sigue sin hostigar.

Su nuevo trabajo, Imagine Our Love, trae canciones con fórmulas repetidas y referencias inmediatas, pero que no envejecen; estas van desde frescas tonalidades de alegría y emotividad, hasta pequeños toques grises de tristeza y soledad. Gran parte de ese peso lo sostiene su vocalista, Becky Stark, que gracias a su tono cálido y sensible logra que esos quiebres superlativos nos permitan entrar, en un abrir y cerrar de ojos, por espacios multicolores de júbilo y rincones de oscuro dramatismo.

Muy cercano a su EP The Cavalry Of Light (Matador, 2005), el disco es una colección de doce temas confesionales, donde el amor constituye el eje central. Por ahí resaltan ‘Oh No’, en el que un piano encandila la senda que deja Becky, mientras ella repite una y otra vez lo que los corazones solitarios se preguntan: “When will I love again????. En ‘Open Your Heart’, se ven bríos evocadores, llenos de esperanza y pulida belleza. “Open your heart/Tear it apart???, recita el estribillo mientras la música se siente con más entusiasmo, vital y necesaria.

La fórmula de usar repetidamente frases puede ser básico y aburrido pero se olvida con ‘Dance Until It’s Tomorrow’, donde Stark demuestra su talento con una voz hipnótica que alcanza tonos tan altos como celestiales. ‘Here Comes One’ suena como un arcoiris vertiginoso, que recuerda mucho a esas melodías que alguna vez construyó The Beatles y que ahora nos inyecta en el cuerpo como una dosis de buen optimismo y energía, mientras que ‘When You Wake For Certain’, se priva, aleja y termina por ser una discreta salida, como si el pequeño fuego se apagara lenta y silenciosamente.

Imagine Our Love, pese a ser de pocas palabras, es bello, honesto e inocente. Con un repertorio prolijo, es rescatable para esos capítulos de la vida en que se necesita un poco de caramelos pop y una buena dosis de romanticismo, revelador e imprescindible, el cual (gracias a Dios) todavía no tiene rastros de cura.