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Aparecido en 1971.

En Songs of Love and Hate la voz de Leonard Cohen suena más segura y convencida. La producción de Bob Johnston (Dylan, Johnny Cash, Willie Nelson) subraya el proceso y el canadiense encuentra soltura en un trabajo donde el acabado instrumental está cada vez más presente. Johnston crea la atmósfera perfecta para que, a pesar de la austeridad, estas canciones suenen clásicas, hundidas y enormes. El tercer disco de Cohen es un golpe emocional difícil de contestar y es –discutiblemente- uno de sus trabajos más personales a la fecha.

Cada canción en este registro es un abismo distinto y cada una termina estancándose en la soledad, la inseguridad y la amargura. Las relaciones se presentan bajo diferentes prismas y el amor, el odio, lo espiritual y lo físico construyen un disco visceral y sombrío desde su portada, donde Cohen no deja espacio para el té y las naranjas extranjeras y tampoco para la instrumentación brillante de New Skin for the Old Ceremony (1974). Éste es un disco opaco por necesidad. Cohen reflexiona respecto al paso de los años en un trabajo triste y resentido que no encuentra en el paso del tiempo razón para celebrar o tranquilidad para sobrellevar tanta decepción. Cohen se vuelve viejo y a pesar de ser tratado como un tipo exitoso, intelectual y mujeriego se da cuenta de que se ha convertido en una leyenda con tan sólo tres discos bajo la manga y que ahora le cuelgan carteles sin que él logre entender o asimilar cada una de las características que han decidido otorgarle. Songs of love and hate, en oposición a su disco siguiente y a sus dos anteriores, es terrenal y obsesivo en hacerse entender. Las imágenes son nítidas y explícitas.

Cohen resume el amor y el odio en ocho composiciones cerebrales y, aún así, espontáneas y conmovedoras. Un disco emocionante que abre con el resentimiento de ‘Avalanche’ y cierra con la sublime ‘Joan of Arc’, para dejar en medio canciones del porte de ‘Famous blue raincoat’, ‘Diamonds in the mind’ o ‘Last year’s man’ y expone, en menos de cuarenta y cinco minutos, emociones tan propias como universales. Los tópicos más recurrentes son, nuevamente, rescatados de las manos de la mediocridad por un hombre que se debate entre la música y la literatura de una forma que hasta el día de hoy resulta inusual, enigmática y sobrecogedora. Cohen sabe que sus canciones han envejecido y se han vuelto amargas y él lo anuncia entre el orgullo y la rabia en ‘Sing another song, boys’, quizás, el mejor ejemplo de lo que este disco realmente simboliza.

*Todas las semanas revisamos un clásico contemporáneo. Algo para hacer memoria reciente.