Hay músicos que mantienen una constante sonora en sus discos, logrando forjar carreras que destacan por la coherencia y la insistencia con la que sondean ciertos campos auditivos específicos. Pero el riesgo inevitable salta a la vista: que cada disco parezca un conjunto de descartes de la producción anterior.

Por otro lado los hay inquietos, con productivos conflictos de identidad que los transforman incansablemente en músicos distintos, sumergidos en inagotables búsquedas y que los hacen llegar a insospechadas riveras. La sueca Lykke Li parece ser uno de ellos. El paso de Youth novels (LL, 2008) a Wounded rhymes es el paso de la nostalgia a la rabia, de la timidez a la insolencia, de la juventud a la adultez, de la luz a la sombra, de lo ligero a la denso.

Lo que parecía folk en el hitazo pop “Little bit” se volvió música tribal en ‘”Get some”, de esa que invoca demonios y espíritus malignos, y lo que antes era soul para dar saltitos como en “I’m good, I’m gone” es ahora un soul rockero en “Rich kids blues”. El cambio se agradece y sorprende, pues si el cálido debut fue compuesto en las frías tierras nórdicas, la segunda placa fue compuesta a pleno sol en Los Ángeles, como si la composición musical de Li tuviera un efecto compensatorio de acuerdo al ambiente que la rodea.

Mucho más oscuros, los nuevos temas de Lykke Li siguen teniendo su fuerte en las melodías, de esas que penetran los huesos, y en una insólita creatividad para los arreglos de percusión, que siempre salen de lo previsible. Sin embargo, es su voz y la interpretación las que tomaron el giro más notable, pasando de ser un cantillo pre-adolescente, que la posicionó como una dulzura escandinava, a una espeluznante hechicera de profundo registro vocal.

Incluso en los temas menos agitados, como “Unrequited love” o “Silent my soul”, se hace presente una intensidad que corroe los oídos a partir de fusionar un folk oscuro, pero sobretodo una tradición rock muy setentera vestida con los ropajes pop de nuestra época.

Esto sumado a las letras, desgarradoras, irónicas y testimonios de viajes bastante oscuros también, ponen sobre la mesa un disco épico, como lo demuestra la gran “Jerome”, en donde la tristeza y la furia son los mandamases encarnándose en una percusión final que no para de subir hasta quitar el aliento.

Destacan también los singles “I follow rivers”, con un irresistible sabor árabe y en donde mejor queda demostrada la elegancia con la que Li hace dialogar percusiones reales y sintéticas, junto a cuerdas, teclados y voces, y “Sadness is a blessing”, un vals refaccionado y más triste imposible. Una ejemplar muestra de equilibrio entre mainstream y calidad. Un disco excelente.

Lykke Li – Wounded Rhymes (Hype Machine Album Exclusive) by LykkeLi

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