A la música del canadiense Mac DeMarco se va entrando por capas. Si uno solo se deja guiar por la música, ya se percibe en las guitarras y en ciertas adendas a la música (comentarios, risas sofocadas, etc) un elemento risible.

Luego, si se pone mayor atención a las letras, se descubren referencias a sus viejos, hermano y un cuadro general que manifiesta la necesidad de escapar de un lugar que lo ahoga, sensación que muchos de nosotros sentimos tan fuertemente lustros atrás (¿hoy no?). Pero no deja de causar gracia que componga una canción en la que pide disculpas medio en serio, medio en broma, a su mamá por mandarse tantas cagás en el barrio.

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Y si finalmente uno se adentra en los videos, entonces el cuadro está claro: estamos ante un adolescente tardío deschavetado, pero simpatiquísimo, que bien podría haber salido de Jackass pero que hace una música de los cojones.

DeMarco publicó dos álbumes el 2012, Rock and Roll Nightclub (Captured Tracks) y 2 (ídem), el álbum que nos convoca. Todo lo contrario a aquellos que se pasan meses buscando inspiración en algún idílico paraje lejos del mundanal ruido, 2 fue compuesto enteramente en una pieza maloliente en tan solo un mes. Y aquí viene la gracia de este disco: aquella sencillez de recursos y/o falta de presupuesto, más la ausencia de pretensión, se traspasa a un disco que valida y da espacio a lo rudimentario y no tan híper postproducido que muchas veces se ve como fin último.

Su fanatismo por Jonathan Richman y Coldplay, pero especialmente por los Beatles puede notarse al comprobar la fórmula de dos guitarras, bajo y batería a la cual, cuando está bien pulida, no es necesario añadir nada más. Y la banda del canadiense lo hace bastante bien. Aunque sin ningún talento especial en los instrumentos (Ojo con ‘She’s really all I need’ del disco anterior y los mejores solos ever!), DeMarco sólo posee uno que es superior a todo el resto junto: sabe cómo escribir canciones y mejores arreglos. Premunido de una guitarra y un pedal chorus baratísimos que suenan en casi todas las canciones del disco, haciendo chistes guarros o freakeando completamente en algunos shows, son algunas de las maneras que tiene de no tomarse tan en serio, y permanecer fiel a autodenominado estilo “jizz jazz”.

Teloneando a los también canadienses Japanandroids más el uso que un retail gringo hizo de su canción ‘Baby’s Wearing Blue jeans’, han llevado a que su nombre y sonido se muestre más allá de los espacios indies de rigor.

Pocos puntos bajos, varios altos tiene 2: la ya mentada ‘Ode to Viceroy’, su hilarante video ‘Freaking Out The Neighborhood’ y el riff notable que la cruza, por lo simple y pegajoso. ‘Cooking Up Something Good’ y su historia de un papá preparando meth, y la también notable ‘Sherrill’ casi al final del disco.

Con la simpleza pero a la vez honestidad de su música y letras, Mac DeMarco nos hace recordar la última etapa de la inocencia, antes de los trabajos formales y los hijos, ahí cuando todavía creemos que el mundo está a nuestros pies.

Un imperdible en toda regla que pasará por Reino Unido en mayo y que esperamos recale pronto en Chile.