mary_gauthier.jpg

Con Filth and Fire (2002, Signature Sounds) y Mercy Now (2005, Lost Highway), Mary Gauthier, logró lo que sus dos primeras placas no habían logrado; ser destacadas y reconocidas tanto dentro como fuera del circuito country más ortodoxo. Between Daylight And Dark continúa el camino de su anterior trabajo, folk sucio con cadencias de blues trasnochado que esconde entre línea y línea el particular sentido de lo cotidiano, sublimándolo y arrastrando con esto, todo un paso más allá. Mary Gauthier posee un talento innegable a la hora de escribir canciones y se confiesa, sin siquiera aclarar su garganta; una songwriter más que un músico. Este disco confirma, nuevamente, esta premisa y añade también nuevos matices a su música.

Gauthier utiliza el country como un vehículo para vestir historias de amor y pérdida, pero lo hace desde lo habitual y, recordando a Carver y a John Cheever, logra otro disco que podría emocionar hasta a una roca. Basta escuchar el coro en ‘Can’t find the way’ (“Otro día, otra noche. Otra noche, otro día. Quiero ir a casa y no encuentro el camino”), la quietud incómoda de ‘Before you leave’ (“Antes que te vayas, dime que me quieres una vez más. Cuando llegues dónde vas ¿Llamarás para dejarme saber si estás bien?”) o el corte que da nombre al álbum (“En realidad, no hay nada qué puedas hacer. Métete las manos en los bolsillos y trata de atravesar la distancia entre el día y la oscuridad“) para saber que estamos ante una mujer que ha crecido en el oficio de escribir canciones de un modo simple y directo, haciendo de lo usual un manifiesto fantástico, perturbador y profundamente humano.

Orgánico y oscuro, Between Daylight and Dark se mueve entre guitarras, pianos y percusiones que entregan, gracias a una producción que subraya este proceso, protagonismo a la voz de Gauthier, quien ha encontrado con el tiempo, las palabras justas para terminar cada canción, sin que sobre o falte nada. Es difícil salir bien parado después de escuchar este disco, es difícil no dejarse llevar por la simplicidad de una artista como pocas. Porque a Mary Gauthier le basta abrir la boca y dejar que las primeras líneas fluyan para poner todo en orden, para atrapar la vida misma en cada canción.