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En el universo experimental de Matmos, todo puede suceder. Desde sonidos procesados de cirugías vueltos canciones (A chance to cut is a chance to cure, 2001), hasta homenajes a íconos culturales (The rose has teeth in the mouth of a beast, 2006), pasando por la inspiración del folklore pagano del siglo XVIII (The civil war, 2003), la creatividad de MC Schmidt y Drew Daniel respeta pocos límites. En el nuevo disco del dúo, Supreme Balloon, los giros conceptuales han dado paso a una voluntad por disfrutar y agradar.

Tal vez el álbum más “pop” de Matmos a la fecha, este globo supremo se inserta dentro de la exploración lúdica del mundo de los sintetizadores. No hay ningún sonido sampleado o grabado, ni por ende instrumentos “orgánicos”, ni muestreos de ningún tipo (ahí te va, Herbert). Todo se basa en sintes, lo que incluye ejemplares retro de las décadas de 1960, 1970 y 1980, tales como Arp, Korg, Roland y Moogs, famicoms y sonidos en 8bits, grabados entre Montana y California. Además, en el disco se incluyen partes extensas creadas con el sintetizador modular Coupigny de Radio France, utilizado ampliamente por algunos de los próceres de la música concreta en el pasado.

Entre los invitados a subirse al globo, se encuentra un miembro de la Sun Ra Arkestra, los músicos electroacústicos Jay Lesser y Keith Fullerton Whitman, además del ruidista Wobbly y de la pianista clásica Sarah Cahill, entre otros. En cuanto al viaje del aerostático, éste se deja guiar por la directriz del hexagrama “El deleite” del oráculo chino I Ching, por ende las composiciones más extremas fueron dejadas de lado y sólo quedaron aquellas que se ajustaran a dicho estado de ánimo: 7 en el caso del disco compacto, 11 en el del vinilo doble. Entre ellas destaca la que da nombre al disco, “Supreme Balloon”, una odisea sonora de 24 minutos liviana y agradable, que deja al auditor flotando en la estratósfera.

Como siempre, hay espacio para el humor, como en la versión a “Les follies françaises”, partitura del barroco francés François Couperin con una relectura electro-kitsch, y en “Polychords”, donde el dúo se entretiene con estructuras básicas y retrógradas de sonidos básicos de sintes antiguos. “Rainbow flag” (¿un guiño a la identidad gay de Schmidt y Feldman, radicados en la activista ciudad de San Francisco?) comienza el despegue con una cadencia que prende de a poco, para lograr la hipnosis gracias a su rítmica pegajosa y a su enjambre de insectos electrónicos sonando, mientras que Mister Mouth pone en primer plano a Marshall Allen, leyenda del jazz que tocó con Sun Ra, en un solo de EVI (Electronic Voice Instrument).

Supreme Balloon es un paseo colorido, “cósmico” según indican en el sello Matador, y desprejuiciado por las distintas fronteras de la música hecha con sintetizador, que en manos de Matmos parecen infinitas. Es fácil entender porqué artistas como Rachel’s, Björk y Throbbing Gristle se han interesado en ellos, pues parecen poseer un manantial creativo inagotable, que demuestra un espíritu infantil en el buen sentido de la palabra: con el juego como política inmediata y con el asombro perpetuo como filosofía de vida.