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Espinillas, jockey con malla atrás, una cadena colgando del pantalón, el skate deslizándose por Providencia y en los audífonos voces limpias cantan sobre amor y encontrarse a sí mismo. Niñoboy, en su placa homónima, nos trae kilos de hormonas adolescentes saltando sin parar. Canciones desesperadas, igual que un púber con mucho que decir, pero que todavía no tiene claro cómo controlar el flujo de ideas que reverbera en sus neuronas tratando de escapar.

El sonido de Daniel, Bruce, Pondie y Tosh es el eslabón perdido entre un disco indie de rock melódico que roza con lo experimental y una banda pop que desea estar en los primeros números de las radios juveniles. Lo que lleva a recordar una propuesta como la del disco debut de Glup!, quienes como ya es sabido optaron por el segundo camino, con un resultado irregular. El mismo camino que por el momento se hace más patente en las melodías y líricas de Niñoboy.

No cuesta imaginar un poster de estos chicos en piezas de escolares, un video colorinche filmado en digital circulando en los canales de música y un montón de groupies dedicándoles poemas en sus blogs. Es un disco que si logra la suficiente circulación puede convertirse en un indispensable de esos púberes que exigen una música más inteligente al pop, pero que no desean algo más allá de canciones pegajosas con letras que les lleguen. Desde esta perspectiva, ‘¡Grita!’, primer corte del disco, lo tiene todo para convertirse en un hit.

El material fue grabado y producido de modo casero, lo que le da una dosis de soltura y originalidad, sin embargo a veces se sale de control con algunos excesos de distorsión que ensucian el sonido. Esto último evidencia a una banda que todavía está probando opciones estéticas en sus composiciones, por lo que aún tienen pendiente terminar de calibrar su música e identidad. De todos modos, estamos ante un primer LP que nos advierte de un grupo al que le queda mucho por gritar.

El CD continúa girando, el viento choca contra su cara, está tratando de olvidar, pero por más que lo intenta el skater no deja de odiarse. Se detiene unos segundos, exhala profundo, su polola lo pateó en la mañana, adelanta el disco hasta el track 9, empieza a sonar ‘Kangarú’, vuelve a exhalar y mientras las ruedas se mueven por inercia, corea: “Soy un libre pensador, sí / soy democratizador / soy un auto represor, pero sigo siendo un tonto huevón???.