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Finalmente Of Montreal ha sentado cabeza. Después de su adolescencia drogona al alero de Elephant 6 y su juventud de pensamiento febril escapista con Satanic Panic in the Attic (Polyvinyl, 2004) y The Sunlandic Twins (Polyvinyl, 2005), la banda de Kevin Barnes es un hoy ejemplo de adultez. Claro que en los términos de un grupo que toca en mallas blancas ajustadas con pelucas de jueces y que tiene un líder con aires de divo glam rock existencialista que ama el maquillaje. Con el brillo de un scketch de Monty Python, la nueva versión de Of Montreal se centra en la penurias del hecho-y-derecho de Barnes: la separación de su señora y los recuerdos auto referentes que vienen cuando se está solo.

El disco abre de la peor manera posible: con el balbuceo de una guagua -probablemente del hijo recién nacido de Barnes- que rápidamente se acalla para dar paso a la casi blindada ‘Suffer for fashion’. Como si el lloriqueo hubiera sido una prueba de atención, Of Montreal entra a ganador con una de las canciones que han sabido hacer su carta de presentación: armonías vocales para hacer karaoke, teclados lisérgicos, baterías programadas y guitarras a lo The Monkees en un ambiente de grabación lo-fi. Pero no todo es lo que parece. En la dramática ‘Cato as Pun’, Barnes dice cansado a un amigo que no le pregunte si ha cambiado porque por supuesto que lo ha hecho, dando paso a un corte con platillos en clave espacial. Y en el gran single ‘Heimdalsgate like a prometean curse’, Barnes ruega para que los químicos no le asfixien su pasado, en un coro de escaleras que sube y baja mientras él los urge a no aplanarle la mente.

Siguiendo un hilo conductor funky, aún más groovy que en sus dos trabajos anteriores, el disco se queda plano en la mitad con los 11 minutos del drone-disco de ‘The past is a grotesque animal’. Ahí Barnes se pierde en una serie de declaraciones que no llegan a nada (“me enamoré de la primera chica linda que leía a Georges Bataille???) y que dan vuelta sobre una percusión monótona y murallas de sonido hechas de distorsión. Y como si hubiese venido una autoconciencia de estar tocando fondo, Hissing Fauna, Are You the Destroyer? vuelve a subir con ‘Bunny, ain’t no kind of rider’, que bien podría haber sido el single del disco con sus coros operáticos y la declaración “to me you are just a faggy girl/I need a lover with soul power/and you ain’t got no soul power”. De ahí para adelante el disco buscará el soul con la calentona ‘Labyrinthian pomp’, como cualquier solitario que quiere divertirse, para cerrar volviendo a encerrarse en si mismo en la elegante y galáctica ‘We were born the mutants again with leafling’.

En los últimos cuatro años de su carrera, Of Montreal ha sacado tres discos impecables; que en Hissing Fauna, Are You the Destroyer? los hayan alcanzado las penas domésticas y se hayan alejado de sus personajes sólo los hace un poco más densos. Pero en ellos, hasta eso es entretenido.