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Los pasajeros de una micro en Roma, mientras van en su trayecto diario de la casa al trabajo, pasan frente a las ruinas del Coliseo. El metro, en Santiago, cruza el subsuelo del sitio donde Pedro de Valdivia erradicó a la población indígena y trazó el corazón de la ciudad de Santiago. Día a día convivimos con pedazos de historia y pasamos de largo, sin verlos.

Puede parecer rebuscado como inicio a un comentario de disco, pero algo así es lo que pasa al estudiar el funk digital que ofrece Original Hámster bajo este capitalista alter ego. Probablemente quienes hayan disfrutado de la impostura de Jaime Lidell no aprecien que la revolución comenzó aquí, en un registro que tuvo nula distribución en nuestras tierras y que es una mezcla demencialmente lúcida entre la ética de las máquinas, la música de baile y el capitalismo.

Más allá de los sinsentidos críticos que se podrían soltar para describir la intensa música que Vicente Sanfuentes deja salir de su cabeza en este disco, lo mejor es quedarse con la sensación de que aquí el concepto no consume a la música, sino más bien al contrario: la voz robótica que anuncia en ‘Powerpoint’, por ejemplo, que los espectadores son consumidores, la música es un producto y cada presentación es un negocio, sólo subraya aquello obsesivamente rítmico de la composición; aquella cualidad urgente que emana de la repetitiva línea de sintetizador… Es la encarnación más clara de la idea que parece animar este disco: una oda al supermercado como lugar de baile, o a la pista de baile como lugar de compraventa.