Panda Bear – Person Pitch (Paw Tracks) Andrés Acevedoabril 13, 2007Discos5 comentarios Desde muy jovencito, Noah Lennox (aka Panda Bear) tuvo lecciones de piano. Un buen día, su madre le contrató un profesor muy exigente. “An asshole”, según Lennox, quien tenía ocho años. Totalmente ajeno a enseñanzas rígidas, dejó las teclas por las cuerdas del cello. A veces, tocaba en una orquesta. Cantó como tenor en el coro de cámara de su colegio. En la secundaria, conoció otra alma inquieta, Conrad Deaken. Intercambiaron cassetes de grabaciones personales, hicieron nuevos amigos, como David Portner y Brian Weitz. Nuevamente juntos en la época universitaria, formarían Animal Collective. Pero eso no sería excusa para que Lennox olvidase sus propias aventuras… En su tercer disco solista, Person pitch –cuya traducción podría ser “tono de personas”– encontramos una síntesis sonora de sus distintos proyectos. De sus colaboraciones con Scotty Mou en Jane (electrónica experimental) y con Rusty Santos en Together (sesiones de dj para eventos masivos). Y de Animal Collective. Fácilmente, este disco podría pasar por uno más de su banda principal. El autor explicita otras huellas en la carátula: Basic Channel, Luomo, Dettinger, Wolfgang Voigt. Esta mochila de nombres da cuenta del tono personal de Panda Bear, quien crea a partir de retazos y miradas frescas sobre el tono de esas otras personas. Su carátula ilustra lúdicamente esa comunión: una piscina de plástico donde un montón de niños, apretujados, se bañan junto a un tigre, un orangután, una foca y un oso panda, claramente recortados y pegoteados. A ratos, todas las figuras parecen recortadas: en la indefinición aparente se desarrollan sus canciones. Person pitch también se define como un claroscuro de disco anterior, Young prayer (Paw Tracks, 2003), un paso más doloroso que compuso para honrar a su padre desahuciado. También era un disco complicado, muy concentrado, y el mismo lo reconocía en una entrevista previa que pude tener con él en 2006, para Super45. Entonces, ya aventuraba que su nueva obra sería más sintética y, francamente, “robada” de otros. Veamos: en este disco conviven los Beach Boys idílicos, con un sonido coral y eco de bóveda, la Motown, el soul más primigenio, canciones de ánimo navideño, lullabies tiernos y ramalazos acústicos de folk salvaje. Y en particular razón, su veta de DJ inclinada al techno de raigambre trance-minimal o a las figuras polimorfas de Manitoba, agregando efectos sonoros toscos, que varían entre el primer y segundo plano. Lo más interesante de todo es cuando sientes que esta trama, en el fondo, es una sesión muy personal de disyoqueo, donde el beat descansa en los momentos suaves, pero se mantiene alerta y aflora con decisión africana en los momentos altos. Si tu papá entrará por las dos primeras o las dos últimas canciones del álbum, sería como desempolvar antiguos vinilos de los sesenta, muy tranquilos y amenos, para pasarlos luego a una tornamesa y agregarles efectos y coros angelicales con bastante azar. Nada muy trasgresor… A menos que se suba al carro de “Bros”. Aquí, Panda Bear descarga su animalismo en doce minutos y medios con mucha seguridad al volante. Es una canción tan consistente que nos olvidamos de que es un disco solista. También es un mix in-your-face de dos ambientes diversos, sin pensar en el crossfade limpio, por el contrario, haciendo notar la diferencia de tiempos, dejando que la nueva fase se acomode rítmicamente a su gusto, sumando gritos de fondo y coros deformados que avanzan y retroceden, y mezclando electrónica y guitarra acústica con la naturalidad de quien sabe transitar su jungla. Así, le basta con otro volón de doce minutos y medios, ‘Good Girl/Carrots’, para fijar las vigas más elásticas de Person pitch. El total, de siete canciones, termina haciéndose increíblemente corto, como un viaje onírico en que eres transportado con completa dedicación y fluidez. Digamos que Noah Lennox se nota relajado, gozando del sol de Lisboa, donde vive, gozando de su vida en pareja, y gozando de la imaginería de su hijo Nadja. Person pitch es el retrato de un hombre feliz, tan inquieto y busquilla como lo fuese en su infancia.