El debut homónimo de Pedropiedra fue un fino pop rock cargado de datos autobiográficos al hueso, que casi lo hacían atragantarse de tantas palabras que cantaba en una sola línea. Ahora no es tan directo, pero no por eso menos ácido. Cripta y Vida, su segundo disco, da un paso más en el pop entregando mayor versatilidad, pues las canciones están llenas de arreglos ricamente melodiosos, que van matizando las canciones mezclando estilos como el funk y el disco. Como en el notable primer single que abre el álbum, “Vacaciones en el más allá”. También hay pop californiano de los sesentas y en menor medida, rock.

Esto contribuye a una montaña rusa de estados de ánimo, predominando lo lúgubre. El cantante esta vez se metió las manos en los bolsillos, comenzó a silbar y a reflexionar sobre la vida: el fin de las cosas, el dejarse estar o irse; el tratar de cambiar cosas, pero chocar contra la pared como se percibe en “Se fue” (“a las 6 se fue tu tren, aunque corras o camines vas a quedarte en el andén, para ver el rastro del aceite sobre el riel”), y la rebeldía sin resultados en “La cripta”(“olvida la guía de aquellos que te hicieron ser”).

En la reflexión no están ausentes los reclamos anti burgueses como en “En esta mansión”, que denotan el aburrimiento y la caída de la ilusión, preguntándose si es normal aquel tedio y recordándonos la manera sin pelos en la lengua que entregaba John Lennon, con su actitud en la voz y también en la música.

El nombre del disco contiene la palabra cripta, pero también vida, y esta parece renacer en la canción que lo cierra, tanto que la música recuerda a los Beach Boys, porque “Oh, oh” se escucha optimista y habla de tener planes. O tal vez no. Después de todo está lleno de mensajes crípticos y quizá a Pedro Piedra no le interesa que queramos verlo, pero verlo de frente en esta oportunidad.

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