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Desde que se transformaran, hace aproximadamente cuatro años, en uno de los máximos exponentes del catálogo de Algo Records, Perrosky (dúo conformado por los hermanos Alejandro y ??lvaro Gómez) emergió como esas escasas bandas que prometía saldar la eterna deuda de los grupos garaje nacionales: despegarse de sus referentes anglosajones para construir una identidad propia. La respuesta se encontraba en las primeras composiciones de Alejandro Gómez (el hombre que partió detrás del alterego de Perrosky). Pequeñas piezas blueseras construidas sobre la base de la escuela de sus referentes norteamericanos (Robert Johnson, Missisipi Fred McDowell) y adornadas de letras taciturnas y actitud callejera. Ya no estaba el cliché de autoproclamarse como “la bandera” del rock n’ roll, sino que, al fin, abandonarse a una sensibilidad de cantautor al servicio de una puesta en escena minimalista. La duda surgía inmediata: ¿podría Perrosky plasmar su potencial en vivo en un disco de grandes canciones? Después de dos EP’s -Añejo (2002) y Otra Vez (2004)-, la respuesta se llama El Ritmo y la Calle. Una que vino a zanjar la deuda con creces.

Si bien el disco reúne buena parte del repertorio que la banda viene ofreciendo en vivo hace años, tratarlo como un compilado sería un error. Primero, porque cohabitan varias de las piezas inéditas y más personales de Perrosky (como la épica ‘El piano de Omar’, compuesta en sus años en la Escuela Moderna). Y segundo, porque el disco fue concebido a la usanza de un documental urbano, donde el hilo conductor es la serie de grabaciones de artistas callejeros que Perrosky registró por años. En el álbum aparecen personajes como el Chubby Chéquer, el doble de Elvis, el organillero y predicadores evangélicos, dando como resultado una de las fotografías más emotivas que se hayan hecho alguna vez de la ciudad. Cuando Perrosky canta “Crece el odio, abajo” luego de un fraseo de raperos que hablan de la pasta base, está dejando la anécdota para hablar del folclor citadino en su expresión más cruda.

Varios de los puntos más altos del disco aparecen cuando el dúo se adentra en terrenos, hasta antes, inexplorados. ‘AM’, un más que probable primer single, recoge buena parte de la música de La Nueva Ola; ‘Tránsito’ es una ranchera que termina siendo rock sucio; y ‘Lagonías’ es un verdadero punto de inflexión. Aquí, Perrosky olvida a sus próceres del Missisipi para mirarse en el espejo de compositores como Violeta Parra y Atahualpa Yupanqui. Y ese es otro paso que se agradece.

El Ritmo y la Calle puede no ser una gran sorpresa para quienes han sido testigos frecuentes de los shows de Perrosky en los últimos años; pero, como álbum, tiene un mérito poco común: lograr citar géneros muy diversos entre sí y dar como resultado un disco profundamente folclórico. Sin duda, una de las primeras y gratas experiencias de este 2007.

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