Los Pet Shop Boys resisten todo tipo de análisis. Que una universidad inglesa los considerara objeto de estudio, dedicándoles un simposio, advierte que eventualmente cada ángulo de su obra será iluminado para sacar más y más conclusiones. Pero, por ahora, el dúo tiene un nuevo disco, Super, el decimotercero de su carrera, y ponerse a teorizar sobre su contenido sería más bien un innecesario arranque de apriorismo. Estamos ante un puñado de canciones que, en su mayoría, exigen ser bailadas antes que academizadas.

Neil Tennant y Chris Lowe, endiosados con justa razón, no serían titanes de la música si antes no hubiesen emocionado a nadie. Y en pleno 2016 siguen pendientes de conmover. El cuadro de nostalgia poptimista que pintan en “The pop kids”, mirando por el espejo retrovisor los años de amistad melómana y salidas nocturnas, debería enternecer incluso a esos adultos que se olvidaron de que alguna vez fueron veinteañeros. “Éramos jóvenes pero imaginábamos ser tan sofisticados / diciéndole a todos los que conocíamos que el rock estaba sobrevalorado”, dice la letra, muy acorde a la pauta de ortodoxo synth pop que obedece el disco.

Como emocionar no sólo es complacer, hay un reggaetón llamado “Twenty-something” que, de seguro, va a fastidiar a uno que otro purista incapaz de comprender que la absorción de ese sonido, en el que Tennant se declaraba interesado durante la gira de Electric el 2013, es totalmente acorde a la conducta que la dupla ha tenido siempre. Y de la que, por cierto, salen hits como “Groovy” o “Happiness”. A lo largo de Super, retumba el eco de viejas músicas bailables: Giorgio Moroder en ‘Burn’, Gary Numan en ‘The dictator decides’. Nada de qué extrañarse viniendo de tipos que usan sombreros de bola disco.

facebook.com/petshopboys