Con su debut, Protistas es la banda chilena que mejor se inserta hoy dentro de la corriente del indie rock lo-fi tan preciada en los ’90, pero también incluye elementos tribales (y autóctonos), de la electrónica primitiva y del krautrock. Con ello, el grupo se acerca, por momentos, tanto a los canadienses de Eric’s Trip como a los Animal Collective.

“Máscara religiosa” es un instrumental cargado de electricidad, próximo al postrock expansivo de Mogwai y Explosions in the Sky, con guitarras distorsionadas rasgadas a la velocidad de un charango y con un aire desértico de Atacama. Una extraña mezcla que prepara al auditor para “Princesa del Tarapacá”, una balada ensoñada y romántica, con un aire fantasmal que puede recordar mucho a las melodías de Dani Elfman, al incluir una cadencia en tres tiempos (como la del vals), todo con una atmósfera pausada que se vuelve sicodélica y espacial a medida avanza la canción.

“Volar en llamas” es un tema muy próximo al sonido acústico de baja fidelidad de Guidad by Voices y The Microphones, con una lírica descarnada: “Vomitar ya no sirve para sanar / quiero volar en llamas desde mi ventana antes de caer / Así es cómo te adoro”. Ello, antes de que en la melodía, el vocalista incluya la letra de “Dumb” de Nirvana, cantada en inglés. El efecto es preciso, la canción es muy bien apropiada por Protistas dentro de su propio estilo.

“Incendio en mi corazón” vuelve a los aires nortinos, mezclados con la distorsión del rock. Las voces del cantante Álvaro Solar y de la invitada Carla Bolgeri (de Survey Team) se superponen a la perfección en un tema emotivo y nostálgico. “Nortinas war”  continúa el disco con una alternancia entre guitarras que evocan desde la sicodelia hasta el desenfreno eléctrico, con una voluntad pop.  “Alto Hospicio” es un extracto triste sobre la muerte, en un claroscuro apoyado en lo ligero de los tonos de guitarra, que se alterna con momentos de mayor tensión y densidad.

“Nicaragua” es una canción larga y sicodélica, que empieza de a poco para entrar en catarsis hasta estallar y liberar lo contenido en una avalancha eléctrica. Es el tema más “progresivo” del disco, al pasar de un estado a otro, algo marcado por la aparición del xilófono y del pedal de distorsión, más las variaciones en la batería de Andrés Acevedo. Esta canción incluye teclados y delays en las voces,  lo que la transforma a ratos en el tema más chillwave del disco, con alusiones a Animal Collective.

“Protesta Protista” regresa al tono postrock en su introducción, antes del pasar a las guitarras con distorsión, en una alternancia de pasajes que van de despacio a fuerte, mientras que “Video cámara” es lo más pop y pegajoso del disco, con un estribillo que se contagia con facilidad y una energía propia de bandas como Dinosaur Jr o The Breeders.

Nortinas war fue grabado, tal como el sonido del álbum lo indica, en estudios caseros, y con todo el tiempo de producción necesario hasta lograr el resultado, la misma política que emplearon en su momento Eric’s Trip y The Microphones. El producto final es redondo, y en esta categoría del indie rock se postula, junto a lo último de Intimate Stranger y Moreno, dentro de lo mejor que se ha hecho en Chile en el área este año.

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