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Aparecido en 1979

Si un disco es catalogado desde su lanzamiento como adelantado a su época hay lógicamente dos opciones: que se desgaste tras el bombo del hype o a que a cada nueva escucha produzca una reacción visceral de asombro sonoro. Y aunque ese bien ganado apelativo de obra maestra -tras años de prueba a la devoción- le confiera un status de verdad melómana, son los ciclos musicales que encumbran viejas glorias que permiten que nuevas orejas adornadas de cortes de pelo asimétricos lleguen a “lo que originó todo, al disco que le enseño a Bobby Gillespie a tocar el bajo e inspiró a Alan McGee para darle nombre a su sello???.

Nueva York, 2004. Apareció algo llamado dance punk: bajos pesados y guitarras atolondradas a cargo de brooklinianos buenos para el baile. The Rapture, !!!, DFA, Radio 4, esas bandas que conformaron algo como la República de Weimar del baile, donde las expectativas terminaron por derrumbar una suerte de revolución fallida que acabó en grandes decepciones y un puñado de buenos discos. Como fantasmas Star Wars, Gang of Four figuró omnipresente con su yo-soy-tu-padre en versión groovy y contestaria. Pero también surgió en los recuentos PIL, la banda de John Lydon, Keith Levene y Jah Wobble. Pero no su obra en extenso, sino con foco directo a Metal Box, su segundo disco. Quizá las referencias no fueron tan obvias (aunque Radio 4 toma su nombre de la última canción del disco) porque en Metal Box no hay ni la sombra de la inmediatez de Gang of Four que rescataron las bandas de New York. Aun así, el año pasado por fin se reeditó con formato original la obra definitiva de Lydon y compañía.

Metal Box se grabó en 1978 y marca la despedida definitiva de Lydon de su personaje de Johnny Rotten de The Sex Pistols. PIL aparece como un grupo de músicos coleccionistas de discos obsesivos, con Wobble formado en bajo en la escuela de dub y Levene con sus guitarras angulosas post The Clash, mezclando influencias tanto de world music como del krautrock con sus métodos de composición recursivos y superpuestos. Una banda de quienes ya no creían en el punk, con un arduo trabajo de estudio a horarios insólitos sobre la base de una postura contestataria. Sino, ¿cómo se explica que hayan tenido que pagarle ellos mismos 35.000 libras a Virgin Records para que aceptara lanzar el disco en cuatro 12 pulgadas incluidos en una caja de metal sólo porque estaban aburridos del formato de cartón y porque así sonaba tanto mejor? Resultado: sólo se imprimieron 60.000 copias; una edición limitada no deseada que se convirtió en el sueño húmedo de coleccionistas militantes.

Por esa razón, Metal Box no es un disco, sino más bien una compilación. Cada una de las 12 canciones del disco suena distinta, saltando en estilos pero conservando un tono distintivo que pasa por los bajos ultra sinuosos de Wobble, pesados e hipnóticos, las guitarras de Levene que funcionan en arpegios cortantes y con Lydon cantando cada vez más paranoico y amenazante. Y como si fuera poco, grabado a punta de bateristas intermitentes que llegaban a las sesiones a probarse y terminaban apareciendo en el disco (uno de ellos Karl Burns, de The Fall). Todo esto termina por crear al ambiente de una pista de baile muerta, donde no cabe la opción del escapismo de los pasos espásticos. Aquí todo es in your face, plano en la sequedad de la propuesta y al mismo tiempo lleno de capas de sonido, a punta cortes y regrabaciones. Aquí claramente no hay una fiesta, hay algo mucho más denso: errores que se vuelven persecutorios, gente idiota por naturaleza y mucha rabia mezclada con vergüenza. De lo que apareció en Nueva York el 2004, es quizá el anverso. Elimínese lo festivo y añádesele un sentido del humor retorcido, ese que tienen los hijos de puta que se salen con la suya haciendo lo que se les de la gana, pero siempre con una idea detrás y con la ironía como para cerrar un disco demoledor con una suerte de balada de sintetizadores atmosféricos llamada ‘Radio 4’.

Sorprendente e inquietante, sin ningún vestigio de mata polillas o de pillaje excesivo: fresco como si fuera 1979 otra vez.

*Todas las semanas revisamos un clásico contemporáneo. Algo para hacer memoria reciente.