Si empezáramos por el final, podríamos decir que el nuevo álbum de Ratatat es una prolija obra de retrofuturismo, de ingeniería robótica o de tecno-rock, en que la deconstrucción de formas y figuras finaliza en un tercer elemento, como prueba de que si para algunos el futuro no existe, para otros el futuro ya fue.

Si continuamos por el comienzo, debemos señalar que Ratatat es un dúo de Nueva York, formado por Mike Snak Stroud (guitarra) y Evan E*Vax Mast (multiinstrumentista) , que se desenvuelve con soltura y eficacia en canciones instrumentales construidas a partir de galácticos teclados, bases electrónicas y una guitarra que inventa figuras matemáticas valiéndose de la precisión, de la distorsión y de acertados riffs para darles forma junto al congruente paisaje sonoro de las bases.

Ratatat comenzó a situarse en el mapa indie norteamericano en 2006 cuando lanzaron su segundo disco, Classics (XL Recordings), llamando la atención de la crítica y ganando el reconocimiento del público. Casi dos años después, y habiendo sido invitados a tocar junto a bandas como Daft Punk, Franz Ferdinand o Tortoise, y luego de haber sido remixados por nombres como Animal Collective o Cut Copy, lanzan su tercera placa titulada LP3 (2008,XL Recordings), con la que despejan dudas sobre ellos mismos en trece tracks instrumentales que dan una vuelta sobre su propia órbita, atravesando sonidos que van desde la experimentación electrónica hasta el hip-hop, pasando por el heavy metal y la melancolía electroacústica.

Si ya con Classics, los de Brooklyn habían sorprendido a todos con el sonido vintage que lograban a partir de duras guitarras adornadas por electrónica de texturas variadas, con LP3 (grabado en Old Soul Studios, con ese sonido crudo que se obtiene con los equipos antiguos que ahí se usan), Ratatat da pequeños matices a su comprobada formula incorporando elementos acústicos en temas como “Mi viejo”, o evocando al western sobrexcitado en “Gipsy treat”. Pero quizás los mejores momentos del disco son los más cercanos a su antecesor, como “Mirando”, en que se desenfunda un riff metálico y contundente sobre una base de sonidos futuristas o en “Shempi”, donde se sitúan más próximos a la pista de baile. En “Mumtaz khan” se insinúa con mayor evidencia la cercanía al hip-hop, mientras que la intensidad sónica y espacial marca el inicio del disco en “Shiller”.

Las comparaciones con Daft Punk pueden ser evidentes por el uso de riffs metaleros reinventados en los aspectos multifacéticos y punzantes de la electrónica. Aún así, la eficacia y finalidad del uso de ciertos ingredientes no concluyen necesariamente en la misma receta, y el dúo Neoyorquino no parece tener ambiciones en la pista de baile, sino en la descontextualización de sonidos para la creación de atmósferas y melodías que, aunque siendo poco rupturistas, logran sorprender en su experimento que difumina con criterio e intensidad, diferentes formas y estilos.