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Aparecido en febrero de 1993.

Red House Painters creó el álbum más romántico de los noventa con Rollercoaster (4AD, 1993). Un paseo crepuscular y ensoñado, de colinas frente al mar para perderse en el horizonte o perfecto para aplastar hojas de otoño. La guitarra y la voz reverberadas de Mark Kozelek heredan el arte de levitar expuesto por el sonido de Cocteau Twins, y lo conjuga con el folk de John Denver y Simon and Garfunkel. Las comparaciones caen, sin embargo, con la magia propia del grupo. Ésa que se refleja en canciones como la desgarrada ‘Katy song’, con su dream pop extraño y su final desquiciado con un “lalala??? estilo ‘Hey Jude’ y sin sentido sino el de expresar la frustración tras la partida de una novia de toda la vida a Inglaterra: el chico mira una posa de agua consternado porque Londres es más de lo que él le puede ofrecer a su enamorada.

El intimismo de esta canción es la médula de todo el disco, enfocado en los sentimientos complejos de las relaciones de pareja. “Es el momento prohibido que vivimos que quema nuestro triste escape y retiene la pasión más de lo que las palabras pueden expresar/ Dime por qué eres así/ ¿Eres así con todo el mundo?/ Sálvame de mi malestar y dime por qué me tratas así???, canta Kozelek en ‘Grace catedral park’, en medio de guitarras cristalinas y ritmos lúdicos. Anthony Koutsos es un gran baterista: su principal cualidad es saber mantener el ritmo marcial y lento, sin caer en la tentación de apurarse, algo técnicamente difícil de lograr. El bajista mantiene las notas, con un toque ambiental innegable, mientras que el primer guitarra juega con arpegios que parecen cascadas de alguna fuente prístina.

En esta época, tras haberse conseguido un contrato inmediato con la prestigiosa 4AD (Pixies, Throwing Muses, Dead Can Dance), gracias a que Mark Eitzel le envió un demo de RHP personalmente a Yvo Watts-Russel, la cabeza del sello, y tras haber editado el exitoso Down colourful hill (4AD, 1992), Red House Painters vive un primer auge en su carrera, con giras que causan furor en Inglaterra y Francia, y el acoso constante de las fans a este joven que es tan tímido que canta con los ojos cerrados y se desmadra en sus penas de amor y mal de vivre. Watts da el “vamos??? para otro disco y el resultado será más de 28 canciones, las que se dividen en los dos discos que RHP edita entre febrero y octubre de 1993: I (Rollercoaster) y II (Bridge). El primero es el más interesante ya que incluye 14 originales, mientras que el segundo se basa más en covers (‘I am a rock’, de Paul Simon; el ‘Star spangled banner’) y versiones a temas de los mismos RHP.

Frases como “La atención que necesito es mucho más seria/ el tipo de espera que no podrías sostener/ incluso si tu carrera barata dependiera en ello/ Necesito a alguien mucho más misteriosa/ para ser mi amante??? (‘Mistress’), respecto a una novia yuppie que lo sobrecarga de regalos y salidas light y faranduleras -en Los Angeles, California, éstas abundan- y trata de demostrarle que debe entrar al sistema y dejar su vida de músico, o como “Todavía puedo sentir la punzada en la mano/ de cuando te golpeé??? (‘Down through’), respecto a los recuerdos y el arrepentimiento declamado a una chica después de perder los estribos en una discusión, abundan en Rollercoaster. “Me asusta cómo envejeces/ y cómo te olvidas acerca de nosotros/ Las cosas significan mucho en el momento/ no significan nada más tarde???, es la reflexión de ‘Things mean a lot’. En ‘New Jersey’, Kozelek le habla a una chica tratando de hacerle ver que su reducido universo de familia burguesa en Boston (debe ser una de las ciudades más “alta sociedad??? de Estados Unidos) no es el mundo entero.

Rollercoaster es el disco perfecto para un fin de semana junto al mar, con paseos por la arena, para revisar con una minuciosidad escabrosa y obsesiva cada detalle de los altos y caídas de una relación, un poco como El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, pero en versión disco. En lo musical, RHP ha sido acercado a My Bloody Valentine, Slint y Low. Con estos últimos es con quienes comparte más afinidades al haber planeado juntos un tributo al desaparecido Denver.

Este disco es una montaña rusa emocional que va desde la ternura y el ensueño dorado de ‘Rollercoaster’ hasta los paisajes borrosos de ‘Funhouse’ y ‘Strawberry hill’, ambos temas extensos, y, como pocos, es una colección de retratos, situaciones y percepciones al límite del estado de gracia. Rollercoaster debe ser uno de los discos capaces de extraer más suspiros en el pop contemporáneo, referencia obligada para bandas nuevas como Mist y L’Altra.