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R.E.M., además de ser un icono generacional, es una banda de grandes singles, de temas que se imponen casi naturalmente al resto. Hasta los más débiles están sobre la media. Y cuando un artista se caracteriza por ello, es muy fácil aparecer con discos de mucho relleno. Los de Athens, Georgia, están en tal liga. Exceptuemos, por cierto, Life’s rich pageant (1986) y Automatic for the people (1992), discos que no sólo tienen muy buenos singles sino que cada canción es una estrella rutilante. El resto de su discografía ha estado permanentemente en un tira y afloja de masticar mejor o peor la marca de la casa, esa lectura audaz y eléctrica del legado de The Byrds. Pero están los singles de R.E.M., la excusa que nos hace olvidar que no todas las canciones no están a la altura, sin que por esto sean mediocres.

En Accelerate pasa algo curioso, no logro identificar ninguna canción como single natural. Ante tal premisa, es fácil pensar que estamos frente a un disco plano y aburrido. Sin embargo, no pasa exactamente eso: Accelerate es R.E.M. tras tomar un par de bebidas energéticas, con muchas ganas de divertirse, sin perder el tono reflexivo de la voz de Michael Stipe y la siempre creativa guitarra de Peter Buck. Es el primer disco de la era post-Bill Berry en que la batería no suena como mero invitado, lo que da un plus al ritmo en que se mueve cada tema. Sumamos que el disco es cortísimo, y tenemos la clave de su mejor trabajo desde New adventures in hi-fi (1996).

Detener la búsqueda de algún tipo de reinvención que les sentara -el camino optado desde la salida de Berry con Up (1998), Reveal (2001) y Around the sun (2004)- se puede identificar como un retorno a las raíces, a los años en el sello IRS, la era dorada de la entonces banda emblema del nuevo rock independiente estadounidense, con el claro objeto de salir del estancamiento creativo que hasta el momento sólo daba una que otra suculenta fruta en un canasto en que la mayoría estaban podridas. El resultado, por tanto, no puede verse de otra forma que R.E.M. haciendo rock. Pero rock en el sentido de su sencillez, no del volumen tipo Monster (1994). Queda claro desde el puntapié inicial, “Living well is the best revenge”, que la banda nunca intenta sobreproducirse, sino que busca la gracia de hacer las cosas simples, limpias y directas. Así, los momentos en que se nota más trabajo de estudio (todos en la segunda mitad del álbum, tras “Accelerate”) son los menos interesantes, porque desentonan con la idea base del disco y echan a perder la buena vibra que nace desde el comienzo, con canciones como la mencionada “Living well is the best revenge”, “Man-size wreath???, “Houston” (con gusto al sonido americana de New adventures in hi-fi) e incluso “Accelerate”, apelando a darle nuevos aires a la longeva fórmula del grupo. Y les resulta, al punto que cuando el disco se dispone a acabar, en “Horse to water” y “I’m gonna DJ”, Accelerate, volviendo a lo que prometía en su inicio (rock sin más ni menos), deja con ganas de más.

Las últimas dos canciones del disco, unidas a la duración total del mismo, entregan la engañosa sensación que la misión de reencontrarse con cierta calidad de los buenos álbumes de antaño se ha logrado. En realidad, R.E.M. ha conseguido salir del calvario que los llevaba derecho a la infamia, gracias a hacer un ejercicio de memoria –carente de nostalgia- para obtener elementos que podemos identificar con su sonido clásico. Pero aquí no existe ninguna canción para poner al lado de sus clásicos. De hecho, aquí no hay clásicos. La homogeneidad de Accelerate no es patrón común en la gran parte de los trabajos de R.E.M. y ayuda a que todo pase de tal forma que no te percatas si ha habido un bajón, ocultando que la escasez de ideas continúa. Que hay buenas canciones (seis, para ser preciso), las hay, pero nada excepcional. No cabe duda que Accelerate es un disco más de R.E.M., pero el más sólido de la era Stipe, Bill & Buck. Ante la zigzagueante racha de la última década, es más que una buena noticia.