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Fabric 36, el nuevo elepé de Villalobos, ha causado alto impacto en los medios musicales. Es el primer chileno que acapara portada en Wire y Pitchfork le ha dedicado sendos especiales en su web. Esto tiene que ver con una decisión de formato; el clásico disco de remezclas abordado desde una óptica completamente distinta y divergente.

Nuestro “embajador chileno del micro-house??? no se ciñó con rigor a las versiones originales del prestigioso club berlinés Fabric, sino que tomó prestadas algunas coordenadas, digamos, ciertos marcos generales más allá de alguna canción en particular, y se lanzó a crear una obra de autoría absolutamente propia, con la colaboración en cuatro tracks de sus colegas Fumiga Tanaka, Yoshihiro Hanno, Señor Coconut y Jorge González (sí, el sanmiguelino, también conocido por su aporte vocal en Sieg Über Die Sonne).

Obviamente, un disco no sólo vale por estrategias novedosas, también importan los fundamentos musicales. Villalobos los tiene de sobra y se confirma como un artista imprescindible en el medio electrónico, sin necesidad de hype o grandes campañas mediáticas. Basta enchufarse los audífonos desde el primer track de Fabric 36 para descubrir las virtudes de un estilo delicado, puntillista, lleno de pequeños detalles, y guiños medianamente taquilleros que no le quitan valor a su música. Sobre todo, Fabric 36 corresponde a esa extraña categoría musical de fiestas interminables –resulta imposible distinguir la unión entre un track y otro- que no están hechas para la pista de baile, sino para un deleite personal, tan intelectual como sensitivo. La tensión y el ritmo crecen en ascensiones suavemente calculadas y, cuando se despejan las melodías y vuelven a quedar los beats minimalistas fuera de clímax, la fiesta se va rearticulando sin prisa, de modo que el sistema musical se reactiva en forma progresiva y orgánica, con inagotable energía.

Quizá la mayor cualidad de este disco consista en dotar de calidez a tramas tradicionalmente frías, como ocurre con el techno, y en saber expandir en distintas profundidades y sonidos un estilo que parece parco, limitado, como ocurre con la electrónica minimalista. Villalobos crea universos llenos de vida y si el oyente lo abandona en la mitad, sólo puede deberse a un cansancio natural, pues lo que prima aquí es el toque iluminado y la grácil levedad. Podemos decir, felizmente, que Villalobos ha creado una pequeña obra maestra, de consumo fácil e instantáneo.