sd.jpg

Lo que atrapa de This Gift son las guitarras. Cuerdas que pisan un rock despercudido, a veces simplón, que no le importa sacar inspiración del pasado y que inyecta adrenalina a un estilo en el que todo está hecho. Aunque no tiene la potencia de The Repulsion Box, el tercer disco de Sons And Daughters trae de regreso su contagioso ritmo, que muchos ya echaban de menos.

Y calentaron los motores con el single ‘Guilt complex’, que sigue el pulso de los aciertos de su primer disco (‘Medicine’, ‘Dance me in’), claro que el acento está ahora mucho más puesto en las guitarras que en la percusión. Se podría escuchar el disco completo eliminando las voces, pero eso hasta llegar hasta ‘Chains’, donde Adele y Scott hacen un rockanrollero dúo para morir en la pista de baile.

Con el acelerador puesto y un toque de continuidad, por el que no se puede culpar a la banda (al menos conozco una fanática que lo pedía a gritos de vuelta), aparece ‘Rebel with the ghost’. Y es que hay cierto aire adolescente que hace de Sons And Daughters una banda refrescante.

Su técnica siguen siendo las lanzas cortas, que con suerte superan los cuatro minutos, y que apuestan a los coros contagiosos y juegos vocales, donde Adele Bethel se roba los oídos de todos. Así sucede en ‘This gift’, la canción que da nombre al disco. Y ese sonido premeditadamente desgarbado en ‘House in my head’ te hace definitivamente pensar dos veces. Cierran el cuento con un también eléctrico ‘Goodbye service’. Un cierre merecido para un disco que está construido sobre cuerdas. Un regreso entretenido, honesto, que no pretende cambiar tu vida, pero a lo mejor sí alegrar algunas mañanas.