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Por fin ha regresado Mark Linkous, después de una larga espera desde el 2001, con esta cuarta placa de largo nombre y linda gráfica. Comenzada a grabar en su estudio personal, terminó nuevamente en manos de David Fridmann, como continuación de la línea productiva que venía de antes. En esta ocasión se ha hecho acompañar de nuevas fuerzas colaborativas; es el caso de Christian Fennesz, Steven Drodz (Flaming Lips), Danger Mouse y Tom Waits.

A grosso modo, parece que este trabajo fuese un compendio de la trayectoria del grupo, tomando elementos de sus discos anteriores. De hecho, al entrar al sitio www.sparklehorse.com nos damos cuenta que la carátula contiene distintos símbolos que remiten a su discografía pretérita (el payaso, el ave, la araña, las flores) y al escuchar las canciones se va produciendo esa sensación de ir imaginariamente asociando cada una a determinado álbum. Por ejemplo, el arranque con ‘Don’t take me sunshine again’ remite al Good Morning Spider (1998), de sonido indie por excelencia. La exquisita ‘Shade and honey’ parece parte del disco debut y es apropiada para ser un nuevo caballito de batalla. Inclusive, el tema ‘Morning hollow’ fue un track oculto en el disco del 2001, It’s a Wonderful Life, y ahora lo presenta oficialmente con Tom Waits al piano. Y así, ejemplos siguen y suman.; el estilo va fluctuando entre las composiciones tiernas e intimistas, otras más audaces -tipo rock looser a lo Pavement- y las que van de tinte más melancólico (tremendo cierre con el título homónimo y aquel piano que va desmoronando corazones).

Sin alcanzar el brillo de su anterior disco, Sparklehorse presenta un trabajo correcto que puede cerrar un ciclo y empezar otro, aventurándose en nuevos territorios para no repetirse. Linkous cuenta con los medios y el talento para hacerlo. Grupos como Arab Strap, dentro de otro molde, lo han hecho y con buenos resultados. Aunque no hay motivos para que no le resulte, se intuye un cierto desgaste necesario de ser revisado. Tal vez el aporte de Mr. Friedmann ya rindió los frutos que tenía que rendir. Por el momento, la araña nos sigue atrapando en su red de melodías.